Poleá (Andalucía Occidental)


La poleá es típica de las provincias más occidentales de Andalucía si bien a día de hoy se realiza en casi toda la comunidad. Es una receta que difícilmente encontraréis en restaurantes ya que se considera muy del ámbito familiar, procedente de una época de tanta escasez en que en lugar de la leche que hoy en día integra la receta se empleaba agua. Se conoce también como espoleá o gachas dulces,

Es un plato muy saciante, así que no lo recomiendo para cenas y tampoco para rematar comidas copiosas. Hay infinitas variantes del mismo, de manera que cada familia tiene una receta diferente. Esta que os presento es una de tantas. 

INGREDIENTES (4 personas) :

1 litro de leche entera
5 cucharadas rasas de harina de trigo 
5 cucharadas colmadas de azúcar
1 panecillo pequeño (de 50-60 gramos)
Medio vaso de aceite virgen extra de oliva (100 ml)
1 palo de canela
Canela en polvo
La piel de un limón (sin la parte blanca que amarga)
1 cucharadita de semillas de anís (matalauva)


En primer lugar vamos a verter el aceite en una sartén y freír en el mismo los saborizantes (el palo de canela, la piel del limón y las semillas de anís). Se fríe brevemente con objeto de aromatizar el aceite (2 minutos como máximo). El olor que desprende esta fritura ya te hace abrir el hambre. Intentad no arrebatar el fuego para que el aceite no se queme. Y  bajo ninguna circunstancia empleéis aceite de otro tipo que no sea de oliva virgen extra. 

A continuación cortamos el pan en dados más o menos regulares y los freímos brevemente en el mismo aceite donde hemos frito los saborizantes hasta que se doran ligeramente. Retiramos y reservamos.

En una cazuela a fuego medio vertemos la leche y la harina bien tamizadas. Agitamos constantemente con una varillas para que no se formen grumos. Añadimos el aceite donde hemos frito el pan y los saborizantes MUY BIEN COLADO y seguimos removiendo hasta que espesa. Cuando esto ocurre retiramos del fuego y añadimos el azúcar. Removemos a conciencia hasta que se disuelve.

Servimos en platos hondos, espolvoreamos por encima canela molida y coronamos con los trozos de pan fritos.

Son como ochocientos millones de calorías pero se os queda una cara de felicidad cuando acabáis de comer la poleá que bien merece la pena.