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Tarta Linzer


Esta tarta es originaria de Linz, Austria. La primera referencia que se tiene de ella procede de un manuscrito del siglo XVII que recoge la receta la cual se originó probablemente en algún convento o similar. Se supone que es la tarta más antigua de la que se tiene referencia en Europa aunque sobre ello hay fuertes discusiones.


Linz es una preciosa ciudad situada en la Alta Austria cruzada por el Danubio y con una población que la convierte en la tercera del país, solo por detrás de Viena y Graz. En ella no esperéis ver los pasajes alpinos con que solemos asociar Austria, si no más bien una ciudad situada en un valle con una arquitectura y aspecto que recuerda a las ciudades alemanas. Aunque tienen otros reclamos gastronómicos bien conocidos (las galletas linzer), la Linzertorte es la más popular de largo. Se puede consumir todo el año y de hecho las confiterías de la ciudad están siempre llenas de ella - algo parecido a lo que ocurre con la Tarta de Santiago en Santiago de Compostela - pero muchas familias reservan el consumo para las fiestas navideñas.


La Linzertorte es el modelo original para otras tartas famosas como la Pasta Frola. Os voy a dar la receta original austriaca que no tiene gran dificultad - más bien ninguna - y si algo complicado hay es hacer la masa. Así que mucha gente con prisas o sin paciencia para hacer la masa, compra masa quebrada y listo.

INGREDIENTES :

Para la masa*

  • 250 g de harina 
  • 150 g de mantequilla
  • 150 g de azúcar glas
  • 100 g de avellanas (molidas)
  • 1 huevo
  • 10 g de levadura de panadero
  • 1 pizca de vaina de vainilla (raspada) o unas gotas de esencia de vainilla
  • 1 pizca de piel rallada de limón
  • Media cucharadita de canela molida
  • 1 pizca de clavo en polvo

*Todo lo reflejado para hacer la masa se puede sustituir por dos láminas de masa quebrada, la que no sube. Todo hay que decirlo, no es lo mismo, ya que la masa quebrada no lleva los saborizantes de esta masa.

Para el relleno y decoración

  • 1 huevo
  • 120 g de almendras crudas (opcional)
  • 300 g de mermelada de grosellas o de moras o de arándanos


Primero vamos a preparar la masa. Para ello ponemos la mantequilla a punto pomada - unos segundos en el microondas son más que suficientes - y la amasamos con el azúcar glas hasta que queda una especie de crema espesa y homogénea.

Añadimos entonces la harina de avellanas, el huevo, la canela, el clavo en polvo, la piel de limón rallada (un poco, no toda), la canela y la esencia del vainilla. Amasamos bien para que se integren perfectamente a la masa. Si tenéis amasadora, es el momento de usarla.

Una vez hemos terminado, formamos una bola que envolvemos en plástico film. La introducimos en el frigorífico durante 1 hora.

Transcurrida la hora extraemos la masa y la dividimos en 4 mitades iguales.

Separamos un cuarto que emplearemos para hacer la rejilla superior.

Las otras tres partes las juntamos de nuevo y aplanamos usando un rodillo. Debe quedar un círculo de más o menos 30 cm de diámetro, de manera que podamos colocarla en un molde bajo de tarta de unos 22-24 cm de diámetro y subir parte de la masa por los laterales. Cortaremos lo que sobresalga. El molde no debe ser muy profundo, como mucho de unos 2 cm. Mi recomendación es que uséis uno desechable de aluminio.

Esparcimos por encima la mermelada de grosellas. Si no tenéis y no encontráis, emplead mermelada de moras. Si tampoco, de arándanos (y esta última ya no es muy ortodoxa, así que ya no os cuento si debéis utilizar otras mermeladas).

El cuarto que habíamos separado, lo aplanamos con el rodillo y cortamos tiras que vamos entrelazando sobre la mermelada, cerrando los extremos con cuidado sobre la base.

Ahora podemos decorar el borde con almendras enteras crudas (también se pueden emplear almendras tostadas peladas) o bien espolvorearlas por encima previamente picadas. Es opcional.

Lo que sí debéis hacer es pintar la masa con la yema de huevo para que al hornear quede bien brillante.

Precalentamos el horno a 180 grados y horneamos durante 40-45 minutos, si es posible con calor arriba y abajo.

Es una tarta que se puede conservar muy bien en el frigorífico durante muchos días e, importante, se puede congelar sin problemas. Es decir, si la hacéis ahora la podéis "resucitar" en Navidad y no se notará que no es reciente. Esto es importante para descargarse de preparaciones complejas el día de la festividad.

Tiene un sabor increíble y es de presentación muy impactante, es la típica que los invitados reciben con exclamaciones de asombro.