En general los niños no suelen ser muy aficionados a la verdura. Parece ser que existe una razón para este rechazo que se hunde en los orígenes de nuestra especie como recolectores y cazadores. Muchas verduras y hortalizas contienen substancias tóxicas que desaparecen al cocinarlas (las vainas, la patata, la berenjena etc) pero que si se consumieran crudas podrían provocar que el sujeto enfermara en mayor o menor grado, con efectos todavía más perniciosos si se tratara de un niño. Este rechazo protegía subsconscientemente a los más pequeños de echarse a la boca cualquier planta que encontrara. Otra razón, tal vez menos discutible, es que nuestro sentido del paladar encuentra agradable la presencia de grasa en una comida. El sabor que un niño percibe al consumir verduras es ausencia de dulzor y de grasa, precisamente los dos sabores que identifica con placer. Si a eso le unimos un color habitualmente verdoso y un olor no muy agradable hacer que coman verduras se vuelve tarea imposible.
Esta receta trata de paliar la aversión infantil hacia las verduras mezclando un producto que ellos suelen encontrar agradable, la hamburguesa, con la zanahoria. Si están bien hechas prácticamente no notarán el cambio y les haremos comer con cada hamburguesa casi una zanahoria entera, que no está nada mal.
Esta receta trata de paliar la aversión infantil hacia las verduras mezclando un producto que ellos suelen encontrar agradable, la hamburguesa, con la zanahoria. Si están bien hechas prácticamente no notarán el cambio y les haremos comer con cada hamburguesa casi una zanahoria entera, que no está nada mal.
INGREDIENTES :
400 gramos de carne picada (ternera, cerdo, pollo-pavo o mixtas)
4 zanahorias medianas
Ajo (opcional)
Perejil
Sal
Pan rallado
1 huevo
Aceite virgen extra de oliva
En primer lugar vamos a rallar finas las cuatro zanahorias. A continuación mezclamos el rallado resultante con la carne picada, media cucharadita de perejil picado, un cuarto de diente de ajo picado, una cucharadita de sal y una cucharada de pan rallado. Amasamos los ingredientes con las manos para que se mezclen bien. Si os miráis las manos al final del proceso veréis que han tomado un color anaranjado. Esto es debido a la presencia de caróteno en las zanahorias. El caróteno es un pigmento que el organismo humano utiliza para ir transformándolo en vitamina A según sus necesidades.
Cuando ya tenemos una masa bien homogénea batimos un huevo y lo añadimos, mezclando asimismo con fuerza. El huevo nos servirá para ligar los ingredientes. Si véis que queda una masa muy líquida podéis añadir más pan rallado.
A continuación cogéis una porción de masa que quepa en el cuenco de vuestra mano, la hacéis redonda y aplastáis para darle la forma típica de hamburguesa (1 dedo de ancho es una medida correcta). Para freírla basta con llenar una sartén con aceite de oliva, calentar y depositar las hamburguesas lado y lado para que se doren. No vamos a cocinarlas para que queden bien hechas en su interior. Si lo hiciéramos quedarían negruzcas, muy poco atractivas y además destruiríamos parte de las vitaminas de la zanahoria. Cuando estén doradas las metemos en el horno media hora a 100 grados y con eso será suficiente. Es recomendable, antes de meterlas en el horno, eliminar el exceso de aceite de la fritura con papel absorbente de cocina.
El sabor es excepcional, quedan muy jugosas y de un bonito color marrón-anaranjado que pasará desapercibido hasta para el niño más recalcitrante.