Parece paradójico hablar de medicinas que ayudan a abrir el apetito en los niños cuando "gracias" a la crisis en nuestro país un tercio de los mismos se va a dormir o bien con hambre o bien malnutrido (que no es lo mismo que desnutrido : desnutrido es un niño que come por debajo de las calorías que le corresponden por edad, altura y peso, mientras que malnutrido es aquel que presenta carencia de nutrientes como pueden ser minerales y vitaminas. Vamos, que un niño que sólo come 3 Kg de patatas al día no está desnutrido, pero tampoco apostaría estuviera muy sano).
A pesar de la crisis la inapetencia infantil existe - ahora con muchas más connotaciones psicológicas ya que la angustia de los padres se transmite a los hijos por mucho que los primeros traten de evitarlo - y es un problema que aunque médicamente hablando se considera leve no lo es por el modo en que evoluciona con el tiempo y los efectos colaterales que conlleva. Así que por petición popular, aquí os sirvo un "refrito" de un artículo que escribí en un blog ya extinto dedicado a la inapetencia infantil.
Existen medicamentos que se emplean para aumentar el apetito. No soy muy partidario de los mismos pero comprendo que algunas familias llegan a situaciones límite que nadie parece comprender. El pediatra nos receta complejos vitamínicos, los familiares, amigos y vecinos tienen raudales de consejos y críticas y la tensión se va acumulando en nuestros hogares a medida que los platos pasan por delante del niño sin que muestre deseo de probarlos a la par que sus fuerzas se disipan en una alarmante apatía.
La viagra de la inapetencia infantil se llama ciproheptadina. Es un antihistamínico que actúa bloqueando los receptores H1 de la histamina. Para aquellos que padecemos alergias - en mi caso alimentaria - la mención de la palabra histamina nos suele causar un profundo estremecimiento : es la substancia que se libera cuando nuestro cuerpo entra en contacto con un alergeno y produce molestos efectos en nuestro cuerpo (picores, hinchazón...). La ciproheptadina además también bloquea los receptores de la serotonina a nivel cerebral. La serotonina actúa como una inhibidor de la ira, la agresión, la temperatura corporal, el humor, el sueño, el vómito, la sexualidad, y EL APETITO. Por tanto, si la bloqueamos, seguiremos teniendo hambre aunque estemos llenos.
La mayoría de los medicamentos antianoréxicos - evidentemente no los antidepresivos con los que se suele tratar, sino los que atacan el complejo procesamiento cerebral del apetito - incorporan en su formulación ciproheptadina. Los más conocidos, entre otros muchos, son el Desarrol, el Troforex Pepsico y el Trimetabol. Es cierto que abren el apetito pero no están exentos de efectos secundarios. Como hemos visto la serotonina inhibe el sueño. Si la bloqueamos con la ciproheptadina estaremos somnolientos. Todos aquellos que hemos tenidos ataques de alergia recordamos que al tomar el antihistamínico nos daban unas ganas tremendas de dormir. También provoca sequedad de boca y visión borrosa, aunque todos son efectos transitorios. No obstante conviene indicar que no debe recetarse a niños menores de dos años.
Quienes han utilizado estos medicamentos suelen dejarlos al cabo de un tiempo para evitar los efectos secundarios. Además se suele dar un efecto rebote : se gana peso pero al dejar la medicación se pierde con mayor velocidad. También he oído de familias desesperadas que administran por su cuenta dosis de ciproheptadina con lo que el apetito del niño en cuestión es plenamente dependiente de la misma.
Los mayoría de pediatras, antes que mandar este tipo de medicamentos, prefieren recetar complejos vitamínicos que compensen la ausencia de ingesta de nutrientes en casos complejos de anorexia infantil. Tampoco son la panacea y el abuso de los mismos puede tener efectos secundarios adversos. A veces, ante la insistencia de los padres, recetan vitaminas como placebo durante breves periodos de tiempo, de modo totalmente inocuo para el niño. Lo mejor es siempre dejarse aconsejar por el pediatra y no forzarle a recetar algo que no considere adecuado o sea un mero placebo. Y recordad que en la farmacia se pueden conseguir antianoréxicos - algunos hasta sin receta - pero en ningún caso lo debéis de suministrar al niño sin supervisión médica porque podría tener consecuencias graves.