Puede parecer un contrasentido que los niños inapetentes o que padecen anorexia infantil - el auténtico nombre de esta alteración alimentaria - puedan llegar a ser obesos pero lo cierto es que se trata de un peligro latente ante el cual los padres deben estar muy atentos.
La anorexia juvenil o de tipo nervioso suele aparecer con la pubertad cuando la apariencia física externa empieza a condicionar el comportamiento de los adolescentes. No es infrecuente que niños que nunca tuvieron problemas con la alimentación desarrollen alguna patología alimentaria durante la adolescencia pero ya no está claro que los niños que siempre han sido inapetentes desarrollen una anorexia severa relacionada con el crecimiento. Algunos habrán mejorado, otros se mantendrán comiendo poco pero comiendo y otros aparentemente habrán olvidado aquella etapa de su vida en que cada bocado representaba un esfuerzo increíble. Pero lo que si es casi seguro es que los niños que fueron inapetentes tienen todos los números para convertirse en ese porcentaje de personas que se alimentan mal y a la corta, media o larga desarrollan enfermedades relacionadas con la alimentación. Una de ellas es la obesidad.
No nos engañemos. En España los niños comen mal o muy mal. Si cruzamos diversos estudios apenas un 5% de la población infantil se alimentan como es debido. En la mayoría de las dietas faltan frutas, cereales y verduras y sobran grasas, proteínas, lácteos y azúcares. Como todos los niños, los inapetentes también tienen sus fobias y filias respecto a los alimentos. Y como ocurre con los niños "convencionales" las fobias suelen centrarse en aquellos alimentos que más les convendría consumir. Así que si intentamos hacer comer un plato de acelgas a un niño inapetente es probable que tengamos poco éxito. Es una tentación acompañar las acelgas de unos trocitos de bacon, por ejemplo, y así conseguir que cada bocado pase mejor. O poner un plato de patatas chips, o untar el pan de mantequilla etc, etc.
Esta tendencia a "aderezar" platos pocos deseados con ingredientes mucho más apetitosos es muy utilizado para vencer la anorexia infantil puesto que parece que vence la resistencia de los niños : comen la verdura o la fruta y además no pierden peso o hasta lo ganan. Supongo que no hace falta decir que este modo de obrar es muy perjudicial para la salud del niño y se debería evitar a toda costa.
Es totalmente contraproducente añadir a los platos menos deseados por los niños ingredientes que los hagan más atractivos si estos aportan calorías vacías. Hay dos razones para este veto. El primero es el impacto negativo en la salud del niño. La adición de calorías que no aportan nutrientes puede provocar sobrepeso e incluso problemas de colesterol o diabetes, entre otros desórdenes. Hay que dejar de pensar que dichas enfermedades son impensables en los niños. Y aunque no se manifiesten en la infancia suponen un lastre para la salud del niño de por vida.
El segundo es que si bien el efecto de la adicción de alimentos atrayentes a otros que no lo son es inmediato, el paladar del niño asocia el alimento indeseado al sabor del deseado y cuando el primero se presente sin en el segundo lo rechazará. Esto significa que si hemos acostumbrado al niño a consumir acelgas con cortezas de cerdo, por decir algo, la asociación gustativa que el niño tendrá será la otorgada por las segundas no por la verdura, de manera que el rechazo perdurará y será difícil, sino imposible, que las solicite en el futuro cuando ya no habrá unos padres que aderecen la comida como le gustaba de niño.
Los aderezos erróneos que más se emplean para acompañar los platos menos apreciados entre el público infantil son la sal, las salsas y las chuches saladas - patatas fritas, cortezas, gusanitos etc -. Debemos evitarlas todas ellas puestos que aportan calorías que van directas al engorde.
Los niños deberían tomar un máximo de 2 gramos de sal al día. Respecto a las salsas se deberían evitar las más grasas y las industrializadas. Nada de mahonesa, ketchup o salsa de tomate para salsear la verdura. Lo mejor es emplear un poco de aceite virgen extra de oliva y vinagre. Si al niño le gusta la salsa de tomate, es preferible hacerla en casa, evitando de esta manera los aditivos, la sal y el azúcar que incorpora la industrial. También es posible servir en el mismo primer plato el segundo, que suele resultarles más apetitoso, aunque se debería vigilar que se consumieran ambos.
Tampoco deberíamos acompañar los segundos con patatas fritas o similares. El acompañamiento debería ser un complemento de la dieta. Si el primero ha estado compuesto por un plato de pasta y el segundo por uno de pollo a la plancha, el acompañamiento ideal sería un poco de ensalada y el postre fruta.
Deberemos reducir los fritos a un máximo de dos por semana y vigilar para que la ingesta de azúcar sea la mínima posible. Si el niño inapetente muestra inclinación por consumir muchos productos lácteos, preferiblemente eligiremos aquellos que sean descremados. Si prefiere la carne, eligiremos pavo, pollo y conejo, las menos grasas.
Cierto, parece que hayamos puesto al niño inapetente a dieta. No se trata de un disparate, y si así lo piensas probablemente se deba a que inconscientemente asocias en los niños salud a obesidad. Es un error y grave. La salud de los niños se aprecia de otra manera : si el niño es activo, si presenta una buena coloración de la piel, si no acumula grasa en ninguna parte de su cuerpo, si rinde en el colegio y si no enferma a menudo. La obesidad no es un signo de que ha superado la inapetencia sino probablemente la antesala de nuevas enfermedades aún más graves.
El segundo es que si bien el efecto de la adicción de alimentos atrayentes a otros que no lo son es inmediato, el paladar del niño asocia el alimento indeseado al sabor del deseado y cuando el primero se presente sin en el segundo lo rechazará. Esto significa que si hemos acostumbrado al niño a consumir acelgas con cortezas de cerdo, por decir algo, la asociación gustativa que el niño tendrá será la otorgada por las segundas no por la verdura, de manera que el rechazo perdurará y será difícil, sino imposible, que las solicite en el futuro cuando ya no habrá unos padres que aderecen la comida como le gustaba de niño.
Los aderezos erróneos que más se emplean para acompañar los platos menos apreciados entre el público infantil son la sal, las salsas y las chuches saladas - patatas fritas, cortezas, gusanitos etc -. Debemos evitarlas todas ellas puestos que aportan calorías que van directas al engorde.
Los niños deberían tomar un máximo de 2 gramos de sal al día. Respecto a las salsas se deberían evitar las más grasas y las industrializadas. Nada de mahonesa, ketchup o salsa de tomate para salsear la verdura. Lo mejor es emplear un poco de aceite virgen extra de oliva y vinagre. Si al niño le gusta la salsa de tomate, es preferible hacerla en casa, evitando de esta manera los aditivos, la sal y el azúcar que incorpora la industrial. También es posible servir en el mismo primer plato el segundo, que suele resultarles más apetitoso, aunque se debería vigilar que se consumieran ambos.
Tampoco deberíamos acompañar los segundos con patatas fritas o similares. El acompañamiento debería ser un complemento de la dieta. Si el primero ha estado compuesto por un plato de pasta y el segundo por uno de pollo a la plancha, el acompañamiento ideal sería un poco de ensalada y el postre fruta.
Deberemos reducir los fritos a un máximo de dos por semana y vigilar para que la ingesta de azúcar sea la mínima posible. Si el niño inapetente muestra inclinación por consumir muchos productos lácteos, preferiblemente eligiremos aquellos que sean descremados. Si prefiere la carne, eligiremos pavo, pollo y conejo, las menos grasas.
Cierto, parece que hayamos puesto al niño inapetente a dieta. No se trata de un disparate, y si así lo piensas probablemente se deba a que inconscientemente asocias en los niños salud a obesidad. Es un error y grave. La salud de los niños se aprecia de otra manera : si el niño es activo, si presenta una buena coloración de la piel, si no acumula grasa en ninguna parte de su cuerpo, si rinde en el colegio y si no enferma a menudo. La obesidad no es un signo de que ha superado la inapetencia sino probablemente la antesala de nuevas enfermedades aún más graves.