El ser humano es el mayor depredador que ha pisado este planeta en toda su historia, muy por encima de cualquier tipo de dinosaurio, por muy feroz que éste fuera. Como ser omnívoro ha devorado cualquier animal o planta que le aportara los nutrientes necesarios a lo largo de su existencia y gracias a ello ha evolucionado hasta la especie que hoy somos. Una especie que a falta de características físicas destacables se ha impuesto a las demás gracias a su inteligencia.
Uno de los órganos que más exigencias nutricionales presenta es el cerebro, al cual van destinadas la mayor parte de las calorías que consumimos. Sin el aporte de proteínas extra que supuso la entrada en nuestras dietas de la carne y el pescado no habría sido posible que el ser humano desarrollara las capacidades cognitivas que le han permitido destacar entre el resto de simios. También es curioso constatar que a medida que el ser humano evolucionaba se obstinaba en negar la inteligencia al resto de animales. De esta manera las sociedades que llamamos primitivas pasaron de ser animistas y por tanto otorgar un alma a animales, plantas y hasta cosas, a ser regidas por religiones donde los animales no sólo no eran inteligentes, sino que estaban al servicio de los humanos y desde luego no tenían cabida en la existencia más allá de la muerte, ni en el cielo o el infierno prometido.
En la actualidad la mayor parte de los científicos están de acuerdo en que muchos animales tienen capacidades cognitivas que están en un plano similar a la inteligencia humana. Es difícil que cualquiera que haya convivido con un gato o un perro no les otorgue cierta inteligencia. Tampoco nadie duda de la inteligencia de los primates, los elefantes, los cuervos o los delfines. Pero la cosa se vuelve más compleja cuando hablamos de animales que consumimos habitualmente. Es fácil hablar de delfines inteligentes porque nunca nos comemos uno, pero si hablamos de vacas, pollos o caballos la cosa cambia radicalmente. En el momento en que entra un animal en nuestra dieta a muchos les resulta difícil admitir que te estás comiendo un ser que tenía sentimientos, poseía sentido de la camaradería, ayudaba a sus semejantes o era capaz de resolver tareas complejas. Veamos el ranking de animales que nos comemos sin atender a su inteligencia.
1. El cerdo :
El cerdo es uno de los animales más inteligentes, no sólo dentro de la escala de animales "comestibles". Su inteligencia es similar a la de un niño de 3 años. Es capaz de aprender cosas fácilmente y ser entrenados para ser tan agresivos como los perros e igual de inteligentes. En su ambiente natural se adaptan fácilmente a cualquier entorno compitiendo con las especies autóctonas allí donde han sido introducidos. Poseen una personalidad tan flexible que se han convertido en las mascotas preferidas de muchas personas. De hecho la película "Babe, el cerdito valiente", no estaba tan lejos de la realidad.
El cerdo es el animal del cual se obtiene un mayor aprovechamiento comercial, principalmente para el consumo humano.
2. La oveja :
Se trata del animal que todos identificamos con la estupidez y sin embargo las pruebas científicas parecen desmentirlo. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Illinois indica que las ovejas están justo debajo de los cerdos en cuanto a inteligencia. Entre otras cosas son capaces de reconocer a las personas por su rostro y al igual que los perros aprenden sus propios nombres al llamado del cual acuden.
De la oveja se obtiene leche, lana y carne.
3. El caballo :
Aunque el caballo goza de una alta estima dentro de la conciencia de muchas personas en algunos países su consumo es habitual. Los caballos establecen fuertes lazos con la manada, son capaces de aprender gran cantidad de trucos e incluso se les reconoce un cierto sentido del humor al ser capaces de gastar bromas a sus congéneres o incluso a sus propietarios.
Del caballo se obtiene, además de transporte, carne.
4. Las palomas :
Las palomas son una de las aves más inteligentes sólo por detrás de los córvidos y algunos tipos de loro. A diferencia de cuervos y loros, las palomas ha formado parte de la dieta humana desde tiempos inmemoriales. La principal razón de esto es el alto contenido en hierro de su carne, la cual la convierte en ideal para personas que padecen anemia. De hecho gran cantidad del hierro de la paloma se concentra en el pico que se comporta como si fuera una brújula, haciendo que sea capaz de regresar a un punto simplemente recordando las variaciones del campo magnético de la Tierra. Por tanto una paloma puede retornar a su punto de origen pero no ser entrenada para que vuele a un lugar determinado. En la antigüedad, cuando los árabes empezaron a usarlas como mensajeras, era preciso tener palomas originarias de cada ciudad donde se deseaba enviar un mensaje.
Aparte de su capacidad de orientación, al igual que las ovejas son capaces de recordar gran cantidad de detalles visuales y reconocer a otros miembros de su especie a pesar de que lleven mucho tiempo sin verlo. Otro detalle interesante es que son capaces de reconocerse frente a un espejo, algo que sólo ocurre entre las aves con el loro gris africano y algunos córvidos.
5. El pulpo y la sepia :
Hasta ahora habíamos visto animales vertebrados pero la inteligencia no exclusiva de los mismos. Al mismo nivel se encuentran tanto el pulpo como la sepia. De hecho se considera que el pulpo posee una inteligencia similar a un niño de 3 años. La inteligencia de los pulpos es tan notoria que hay un considerable número de personas que lo han eliminado de sus dietas. Por ejemplo es sabido que son capaces de abrir tarros y botellas para alcanzar la presa que encierra su interior. Una vez aprenden la manera de acceder a la comida ya no lo olvidán jamás,
En el acuario de Mónaco se cuenta la anécdota de un pulpo que cada noche se escapaba de su estanque para acceder al contiguo y comerse alguno de los los suculentos peces que nadaban en el mismo. Para ello accedía a través de un estrecho conducto por el que parecía imposible que su cuerpo pudiera deslizarse. Sospechando de su conducta los cuidadores llegaron a tentarle colocando trozos de comida en el mismo tubo que utilizaba para sus tropelías nocturnas, a lo que el pulpo respondía ignorando el reclamo. Finalmente fue "pillado" gracias a una cámara donde su excursión noctura quedó plasmada.
Se sabe que los pulpos mienten (la simulación del pulpo del estanque de Mónaco sería una forma de "mentira"), que tienen personalidad (los hay tímidos, los hay osados) e incluso se sabe que algunos decoran las oquedades donde viven con conchas, sin más finalidad aparente que dar un "toque" de color a su casa. Incluso son capaces de utilizar herramientas para obtener alimento.
La sepia también posee una alta inteligencia, sólo ligeramente por debajo de la mostrada por el pulpo. Se sabe que tiene un amplio repertorio comunicativo y que incluso, en presencia de submarinistas, cambian su aspecto de forma muy peculiar. De hecho adquieren diversas tonalidades y modifican su cuerpo de acuerdo al posible depredador en cuya cercanía se hallen. Recientes descubrimientos han indicado que el cerebro de este cefalópodo, uno de los mayores del reino animal en proporción a su tamaño, funciona de manera muy similar a la del ser humano.
Muchos estudios realizados en las última décadas empiezan a desvelar comportamientos animales inteligentes y dotados de sentimientos, aspectos que hasta la fecha parecían reservados a los seres humanos. Esta revisión de nuestra creencias nos obliga a meditar sobre el trato que damos a los animales antes de convertirse en nuestra comida. Si otorgamos una "licencia de vida" a animales salvajes por su inteligencia, cabe pensar qué trato deberíamos dar a otros animales a los que hemos desposeído de forma interesada de una inteligencia y unos sentimientos que en realidad sí poseen. Granjas inadecuadas, hacinamiento y sobretodo técnicas de sacrificio por los que pasan unos seres que como mínimo tienen la inteligencia de un niño de tres años.