Este post se refiere al dulce andaluz, no a las preparaciones habituales americanas de igual nombre pero con receta muy diferente, propias de Argentina, Colombia o Chile, entre otros países.
El dulce andaluz fue creado por Ceferino Isla en la ciudad de Santa Fe (Granada) en homenaje al papa Pio IX (de ahí lo de pionono) a mediados del siglo XIX.
Santa Fe es una ciudad de enorme importancia en la historia de España y del Mundo. Cuando los Reyes Católicos tomaron la firme decisión de acabar con el reino nazarí de Granada mandaron construir lo más cerca posible de la ciudad un campamento militar. A diferencia de los campamentos militares habituales de la época, aquel se hizo de piedra y ladrillo en menos de tres meses, con lo que los habitantes de la ciudad sitiada tenían claro que aquello iba "en serio". Solo tenían que recordar el ejemplo de lo que hizo el Sultán Mehmet Fatith cuando preparaba el asalto a Constantinopla, el cual construyó los impresionantes castillos de Rumeli Hisar y Anadolu que, enfrentados en el Bósforo, cerraban cualquier posibilidad de ayuda para la ciudad imperial. Si Constantinopla cayó, también podía caer Granada por la misma razón.
Este campamento, construido sobre una superficie de casi 50 hectáreas, luego se convirtió en la ciudad de Santa Fe pero también en el "molde" con el que se construyeron todas las ciudades erigidas por los españoles en América.
El campamento militar español se basaba en el romano, constituido por un entramado de calles con dos arterias principales que se cruzaban en el centro. Esto daba lugar a una distribución en damero que luego se empleó como modelo para las ciudades que se fundaron durante la Conquista.
En ese breve periodo de tiempo en que aún era un campamento, Santa Fe fue el lugar donde los Reyes Católicos se encontraron con Cristobal Colón para firmar las Capitulaciones de Santa Fe por la cual se otorgaban beneficios y poderes al Almirante en caso de que encontrara una ruta directa hacia China y Japón.
Como veis pocos lugares han tenido tanto importancia en el devenir de la historia de la humanidad.
Aunque no queda claro si la analogía que se explica a continuación es la que pretendía reflejar el creador o ha sido fruto de la casualidad, lo cierto es que en este rollo de bizcocho mojado en almíbar y coronado por crema pastelera se ha querido ver la casulla papal coronada por la mitra de del primer obispo de la Fe Católica realizada con dicha crema.
Por tanto para hacer este postre deberemos cocinar :
- El bizcocho flexible a enrollar
- El almíbar donde mojaremos el bizcocho
- La crema que formará la supuesta mitra papal
INGREDIENTES
Para el bizcocho
- 50 gramos de harina
- 50 gramos de azúcar
- 5 huevos
- 1 cucharada de miel
Para el almíbar
- 1 vaso de azúcar
- 1 vaso de agua
- 1 cucharadita de zumo de limón
Para la crema pastelera
- Medio litro de leche
- 4 yemas de huevo
- 90 gramos de azúcar
- 40 gramos de harina de trigo blanca
- 20 gramos de maizena
En primer lugar se hace la crema pastelera.
En un recipiente grande que pueda ir al microondas y que disponga de tapa, batimos las yemas y el azúcar. Cuando forman una mezcla homogénea añadimos la harina y la maizena (podéis substituir ambas por almidón si estáis más acostumbrados a emplear este ingrediente) bien tamizadas removiendo sin parar para evitar grumos.
Finalmente añadimos la leche y la esencia de vainilla, sin dejar de remover y vigilando que no quede ni un solo grumo.
Colocamos la tapa sobre el recipiente y metemos en el microondas a máxima potencia durante 3 minutos exactos.
Transcurrido el tiempo sacamos del horno, volvemos a batir con fuerza la crema, y de nuevo cubrimos para dar otros 2 minutos a maxima potencia.
La crema ya está lista. Sin quitar la tapa la metemos en la nevera y ya tendremos cuando enfríe medio litro de crema pastelera hecha en un suspiro.
Vamos en segundo lugar a preparar el almíbar.
En una cazuela honda vertemos dos cucharadas de azúcar y la cucharadita de zumo de limón. Ponemos a fuego lento hasta que espesa. Añadimos entonces el resto del azúcar y el vaso de agua. Llevamos a ebullición y bajamos el fuego para que espese ligeramente. Reservamos y mantenemos tibia.
Finalmente se prepara el bizcocho que enrollaremos para hacer cada pequeño dulce
Batimos los huevos con el azúcar hasta que aumente el volumen. Añadimos entonces la miel. Lo mejor es emplear la batidora eléctrica.
Añadimos entonces la harina poco a poco, a baja velocidad. Cuando veamos que se ha integrado bien, aumentamos la velocidad de batido.
Extendemos la masa sobre un papel de hornear. Debe quedar de unos 3-5 mm de grosor.
Precalentamos el horno a 200 grados y cuando estemos bien seguros de que se ha alcanzado la temperatura, horneamos el bizcocho exactamente durante 8 minutos.
Extraemos del horno y cubrimos inmediatamente con papel de hornear o mejor con aluminio. El bizcocho debe perder la mínima cantidad de agua para que quede flexible. Dejamos enfríar de esta manera.
Cuando el bizcocho enfría lo pintamos con el almíbar tíbio, que cale pero sin empaparlo, separándolo previamente del papel de hornear (ahí veréis si ha quedado flexible o no, esperemos que sí).
Sobre el almíbar, extendemos una capa muy fina de crema pastelera.
Cortamos rectángulos de unos 4 cm de ancho y unos 10/15 cm de largo. Los enrollamos dejando la parte no pintada hacia fuera. Las capas de almíbar y crema pastelera actuarán como pegamento y no se abrirá. Lo habitual es meter estos rollitos de pie en un papel de magdalena pequeña.
El resto de la crema pastelera se mete en una manga pastelera y se deposita un montoncito sobre una de las espirales. Si tenéis soplete se puede poner un poco de azúcar y quemarlo, pero no es imprescindible.
Se meten en el frigorífico y cuando pasen unas dos horas listos para comer.
Cuando les deis el primer mordisco será cuando realmente os deis cuenta de la importancia de Santa Fe, si todo lo anterior que he explicado sobre su historia os ha dejado indiferentes.