Caramelos de Naranja (piel de naranja confitada)



Generalmente pelamos las naranjas desechando las pieles  las cuales no parecen tener ninguna utilidad. Pues bien, es posible emplear esas pieles que habríamos descartado para hacer unos caramelos bastante curiosos. No os voy a mentir diciendo que son más sanos que los caramelos que podéis encontrar en las tiendas de dulces porque llevan también gran cantidad de azúcar pero hacerlos proporciona esa satisfacción de hallar utilidad en lo que parecía destinado al descarte.

En Noviembre llegan las primeras naranjas nacionales, así que es un buen momento para hacer esta receta si consumís mucha de esta fruta y os gustan los dulces.

INGREDIENTES :

4 naranjas grandes
Un par de litros de agua, aproximadamente

Para el jarabe :

300 gramos de azúcar
300 ml de agua

Pelamos las naranjas previamente bien lavadas y una vez tenemos las peladuras, desprendemos la máxima cantidad de piel blanca interna. Esa piel es la causante del amargor y cuanto menos haya, mejor. No obstante si os parece una tarea muy pesada podéis esperar a hervir las pieles y el amargor desaparecerá de la misma manera que su les hubiérais desprendido manualmente dicha parte interna blanca.

En efecto, ahora hay que hervir las pieles en unos 2 litros de agua durante 20 minutos. Veréis que la piel blanca se vuelve transparente pero no se trata de un proceso cosmético, si no que el hervor elimina el amargor de la piel.

La piel se puede confitar en trozos grandes o bien en pequeños cortes, según os guste.

Una vez hervidas las peladuras, el agua se debe descartar.  Para eliminar al máximo el hervor es aconsejable hervirlas de nuevo durante otros 20 minutos. Descartamos el agua otra vez.

Es el momento de hacer el jarabe. En una cazuela cubierta a fuego medio-bajo vertermos el azúcar, el agua (debe ser el mismo peso que el azúcar) y las pieles de naranja hervidas. Removemos bien, Dejamos hacer, vigilando que no se evapore el líquido, durante unos 45 minutos.

Transcurrido el tiempo retiramos las pieles caramelizadas y las depositamos en una rejilla para que escurra el agua sobrante. Dejamos toda la noche secarse hasta que la capa de azúcar endurece y ya no es pegajosa al contacto.

Se consume tal cual, masticando o chupando, igual que si fuera un caramelo comprado en la tienda.