Nuevo libro

Fugazzeta argentina

Si al ver una fugazzeta no sientes hambre de forma inmediata....

La fugazzeta es una pizza inventada en Buenos Aires por la familia Banchero, concretamente en el populoso barrio de La Boca. Esta familia, procedente de Liguria (la región italiana donde se encuentra Génova), se estableció en Argentina a finales del siglo XIX donde regentaron un negocio de panadería. En 1932 decidieron abrir una pizzeria y allí crearon la fugazzeta, que en su simplicidad es magnífica.

Como ya sabéis, cuando algo tiene éxito aparecen 1000 versiones de la misma con alguna que otra excentricidad, pero la fugazzeta auténtica consiste en dos masa de pizza de diferente grosor - la base más gruesa, la tapa más fina - que encierra un relleno de queso y se corona con cebolla en juliana y opcionalmente también con queso. El resultado parece la típica tarta (pie) americana pero construida con pizzas.

El relleno se hace con queso quartirolo, que se puede encontrar en tiendas especializadas en comida italiana o argentina. Si no se encuentra se puede sustituir por mozzarella aunque no es un queso parecido. El quartirolo es un queso de tipo stracchino, elaborado con leche entera cruda de vaca. Hay algunos similares pero son de elaboración francesa o italiana que tampoco son comunes fuera de sus respectivos países.

La palabra fugazzeta procede del nombre que se da a la focaccia en dialecto ligur (fügassa), por lo que esta preparación sería en cierta manera un híbrido entre la pizza napolitana y la focaccia ligur.

Para hacer fugazzeta se podría comprar dos bases de pizza pero una de ellas debería ser de tipo fino (la tapa). Lo importante es que la tapa quede crujiente y si es demasiado gruesa, como la base, no quedaría así. Si no encontráis una base de pizza fina (la gruesa la doy por descontado) os veréis obligados a hacer vosotros mismos la masa (doy también la receta).

INGREDIENTES 

Para la masa 

  • Medio kilo de harina blanca
  • 350 ml de agua
  • 25 gramos de levadura fresca
  • Aceite virgen extra de oliva
  • Sal

Todo lo de arriba no es necesario si encontráis dos bases de pizza, una fina y otra normal.

Para el relleno

  • 250 gramos de queso quartirolo (o mozzarella si no hay más remedio)

Para coronar la tapa

  • 1 cebolla grande morada (dulce)
  • 50 gramos de queso parmesano (opcional)
  • Orégano

En primer lugar vamos a preparar la masa.

Calentamos el agua en un bol para que se ponga tibia (lo mejor es emplear el microondas)

A continuación disolvemos la levadura - recordad que es la fresca de panadero, no la química ni la deshidrata de panadero que se vende en sobrecitos - en el agua y esperáis hasta que empiezan a formarse burbujas (entre 5 y 10 minutos).

En un recipiente o bol grande depositamos la harina después de pasarla por un cedazo fino. Hacemos una especie de volcán  y en el "cráter" vertemos el agua, una cucharada de aceite de oliva y media cucharadita de sal.

Mezclamos todos los ingredientes para formar una masa.

Seguidamente espolvoreamos con harina el mármol o una zona plana de la cocina y trabajamos la masa con fuerza hasta que se no se pega en nuestras manos.

En un bol bañado en aceite de oliva depositamos la masa y le practicamos dos cortes en forma de cruz en la parte superior (para evitar que se rompa al subir). También es recomendable salpicar con más aceite la parte superior de la masa. Cubrimos con un paño de algodón y dejamos en la cocina o en una habitación donde la temperatura sea al menos de 20 grados (o de otro modo no subirá todo lo que debiera).

Cuando la masa ha doblado de tamaño (normalmente tarda 2 horas) se saca del bol, se deposita de nuevo sobre el mármol donde la habíamos trabajado antes y la aplastamos para que saque el aire. 

Dividimos la masa en cuatro porciones iguales y separamos tres de ellas que trabajamos con un rodillo para que adquieran la forma y tamaño de un plato plano grande (de unos 22 cm de diámetro). Esta será la base.

Sobre la base esparcimos el queso dejando un dedo de distancia alrededor del borde de la misma.

El otro cuarto de masa lo aplanamos con el rodillo, dándole la misma forma circular, y con cuidado lo depositamos sobre el relleno.

Cerramos los bordes de la base para que encierren la tapa, humedeciéndolos levemente para que se peguen bien.

Sobre la tapa fina, esparcimos la cebolla cortada en juliana fina. Si vemos que no lo cubre totalmente, usamos otra cebolla.

Esparcimos el queso parmesano (es opcional) y espolvoreamos un poco de orégano (a veces se espolvorea después del horneado).

Las pizzas se hornean como los panes es decir, a máxima temperatura (porque la pizza es un pan, a fin de cuentas).

Si vuestro horno alcanza los 250 grados centígrados, lo precalentamos a dicha temperatura. Introducimos en el horno durante 10 minutos o hasta que vemos que se ha dorado y la cebolla está visiblemente hecha. Si no llega, pues al máximo y vais subiendo 5 minutos de tiempo por cada 10 grados menos.

Se sirve bien caliente cortándola en porciones como si fuera un pastel...y a disfrutar.