La obesidad es uno de los problemas de salud más graves que afectan a la población mundial, tanto es así que en 1997 la OMS la catalogó como una epidemia. Veamos las verdades y mentiras sobre la misma.
- La obesidad infantil es debida a los malos hábitos de los progenitores : Parcialmente falso. La tendencia generalizada es pensar que de padres obesos salen niños obesos y que ello es debido a que los malos hábitos alimenticios y de sedentarismo se inculcan a la descendencia. Si bien esto es cierto en algunos casos en otros se sabe que la obesidad se hereda a través del adn mitocondrial de la madre. De hecho no se hereda la obesidad en sí, si no la propensión a padecerla. Si queremos cuidar la salud de nuestros hijos y somos progenitores obesos lo mejor es vigilar estrictamente la alimentación a muy temprana edad.
- Los gordos viven menos : cierto. La obesidad es una causa directa en la aparición de diabetes, de enfermedades cardiovasculares y de cáncer.
- Antiguamente la obesidad era equiparada con el bienestar del individuo : Cierto. La verdad es que el ser humano ha luchado contra la escasez de alimentos durante miles de años de manera que lo habitual era estar delgado por la falta de nutrientes. En la antigüedad morir de hambre era relativamente frecuente. Aquellos individuos que por su riqueza o posición podían conseguir todos los alimentos necesarios y además engordaban eran vistos con admiración por sus hambrientos coetáneos. Los individuos obesos de la antigüedad padecían las mismas enfermedades que los obesos actuales pero vivían más tiempo que aquellos que no disponían de comida porque el gasto de calorías de los últimos, obligados a ejecutar tareas físicas en el campo o las industrias, era mucho mayor que las ingresadas a través de la dieta. Si además sumamos la falta de vitaminas y minerales esenciales eran lógicos los finales trágicos para muchas personas de la antigüedad.
- Gran parte de lo que comemos se destina a "alimentar" el cerebro : Cierto. Se considera que alrededor del 25% del metabolismo basal se emplea en nutrir nuestro cerebro. Este porcentaje contrasta con el de otras especies en donde se suele situar entre el 2 y el 8% del total. Nuestra inteligencia tiene también un precio.
- Nuestra obesidad en la niñez nos condicionará de adultos : Cierto. Aunque el cuerpo humano sufre muchas transformaciones a lo largo de su vida una etapa crucial con respecto a la obesidad es la niñez. Si un niño come mucho desarrolla gran cantidad de células adiposas - adipocitos - que son las encargadas de almacenar grasa para ser posteriormente reutilizada en caso de necesidad, algo muy útil en pretéritas épocas de hambruna. Dichas células no se destruyen, sino que simplemente se "vacían" pero a una velocidad bastante lenta, mientras que se llenan bastante rápidamente por lo que un individuo con muchos adipocitos creados durante la niñez engordará con facilidad y adelgazará con bastante lentitud en su edad adulta. La creación de adipocitos se ralentiza bastante a partir de los 5 años de edad, por lo que la etapa que va de los 0 hasta los 5 es crucial para la salud y el aspecto físico del individuo en su edad adulta.
- Nuestro metabolismo cambia con la edad : Cierto. El metabolismo cambia con la edad, y concretamente lo hace el metabolismo basal que es el valor mínimo de energía para que la célula subsista. Se sabe que a medida que envejecemos el metabolismo basal se ralentiza, y ello es el motivo por el cual se tiende a engordar en la madurez o cuesta tanto perder peso.
- Las dietas no sirven de nada : Parcialmente verdadero. Esta afirmación, a menudo emitida por gente desencantada que trataba de adelgazar a través de dietas "milagro" sin conseguirlo, es relativamente verdadera. No se trata de "hacer" una dieta para perder algunos kilos y luego volver a los hábitos anteriores, sino de "adquirir" una dieta saludable que nos va a acompañar durante el resto de nuestras vidas. Las dietas milagro no sirven de nada ya que si bien consiguen éxitos parciales, suelen ser muy difíciles de seguir, son poco saludables y pueden provocar serios trastornos de salud además del temido efecto rebote que consiste en engordar, cuando se abandonan, por encima incluso del peso que teníamos cuando la iniciamos. Las dietas, entendidas como un estilo de vida que nos acompañará para siempre, han de ser controladas por médicos y/o nutricionistas y para garantizar su éxito es lógico que deben ser "soportables". Nadie soportaría una dieta a base de alcachofas hervidas durante el resto de su vida.
- Hay gente que come de todo y de forma abundante sin engordar : Cierto. Son relativamente pocos casos por cada mil, pero es cierto que hay individuos que comen de todo sin engordar o que incluso tienen serios problemas para alcanzar un peso mínimo saludable. Si bien no se conocen las causas de esta enviada situación, sí se sabe que en algunos el metabolismo basal de estos privilegiados está bastante "acelerado" y que también están genéticamente predispuestos por sus antecedentes familiares. En otros casos estos individuos comen de hecho de forma muy parca ya que su cerebro genera una serie de neurotransmisores que le indican que está lleno y satisfecho mucho antes de lo que ocurre con el resto de los mortales. También se ha descubierto recientemente que algunos casos de obesidad van ligados a no disponer de la flora intestinal adecuada, siendo que la mejor para no engordar es aquella que se obtiene con una dieta rica en verduras y fruta.
- El tamaño del estómago condiciona el hambre : Cierto. El estómago es, explicado de una manera muy simple, una bolsa donde puede meterse una cierta cantidad de comida. Cuando se llega a cierto límite el cerebro genera un neurotransmisor que impide al individuo seguir comiendo : es lo que llamamos "estar saciado". Cuanto más pequeño sea el estómago, antes se generará la orden de bloqueo. El tamaño del estómago depende de varios factores. El primero es la edad. Un bebé tiene un estómago diminuto, del tamaño de una pelota de tenis, y por tanto es muy fácil de "llenar" (por esta razón los bebés necesitan ingerir comida cada pocas horas). Un adulto tiene un tamaño de estómago suficiente para aguantar bastantes horas sin comer. Otro factor a tener en cuenta es que cada seis meses, más o menos, el estómago se "renueva" completamente. Esto se debe a que en su interior existe ácido clorhídrico necesario para precipitar las proteínas de los alimentos. El ácido clorhídrico es altamente corrosivo, por lo que si el estómago no se renovara constantemente literalmente lo perforaría. Si comemos abundantemente el "siguiente" estómago que tendremos será de mayor tamaño y por tanto necesitaremos más comida para llenarlo, generándose a la larga un círculo vicioso que puede derivar en una necesidad, para casos de obesidad mórbida, de reducir el tamaño del estómago con la ayuda de un balón gástrico. También se sabe que en algunos individuos, independientemente del tamaño de su estómago, los neurotransmisores que avisan de la saciedad no funcionan adecuadamente impulsándoles a comer más de lo necesario.
- El calcio reduce la absorción de grasas : Cierto. Diversas pruebas han constatado que la ingesta de grandes cantidades de calcio - acompañar cada comida con leche desnatada sería suficiente - reduce considerablemente la cantidad de grasa que absorbe nuestro cuerpo.
- Hay alimentos que restan calorías : Falso. Como mucho suman cero calorías, como el agua, pero ningún alimento ayuda a adelgazar.
- Se puede vivir sin comer : Falso. Aunque hay gente que declara que no come absolutamente nada y se alimenta "de aire y de sol", lo cierto es que nunca se ha demostrado científicamente casos de esta índole. Sí se sabe que algunos individuos afectados de obesidad mórbida han reducido drásticamente su peso sin ingerir alimento alguno - excepto vitaminas, minerales y agua - durante un año. Eso sí, estríctamente controlados para evitar problemas de salud. Mientras no se alimentaban las grasas almacenadas eran "quemadas" para mantener el metabolismo basal del individuo.
- Para adelgazar hay que dejar de comer : Falso. Precisamente lo que no se debe dejar de hacer es comer. La dieta ha de ser estructurada para que nuestra actividad se adecue al consumo de calorías, pero jamás dejar de comer.
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