Capitulo 6º : ¿Comida inteligente?
"Si el camarero te lleva a la mesa las natillas que has pedido y ves que las puntas de su bigote amarillean y por ello le regañas, a lo que él contesta que no lleva bigote, entonces debes deducir que son los pelos que sobresalen de su nariz los que han acariciado la superficie de tu postre”
Konrad Adenauer, político alemán
Extraído del ensayo “Las mil y una justificaciones que se han dado para dar matarile al camarero”, 2016, Editorial Mejor Esto que Robar, Moscú-Coslada
El ser humano es el mayor depredador que ha pisado este planeta en toda su historia, muy por encima de cualquier tipo de dinosaurio, por muy feroz que éste fuera. Como ser omnívoro ha devorado cualquier animal o planta que le aportara los nutrientes necesarios a lo largo de su existencia y gracias a ello ha evolucionado hasta la especie que hoy somos. Una especie que a falta de características físicas destacables se ha impuesto a las demás gracias a su inteligencia. Bueno, lo dicho antes es una generalización. Algunos humanos carecen de ambas cosas.
Uno de los órganos que más exigencias nutricionales presenta es el cerebro, al cual van destinadas la mayor parte de las calorías que consumimos. Sin el aporte de proteínas extra que supuso la entrada en nuestras dietas de la carne y el pescado no habría sido posible que el ser humano desarrollara las capacidades cognitivas que le han permitido destacar entre el resto de simios.
También es curioso constatar que a medida que evolucionábamos nos obstinábamos en negar la inteligencia al resto de animales. De esta manera las sociedades que llamamos primitivas pasaron de ser animistas y por tanto otorgar un alma a animales, plantas y hasta cosas, a ser regidas por religiones donde los animales no sólo no eran inteligentes, sino que estaban al servicio de los humanos, eran sacrificables, y desde luego no tenían cabida en la existencia más allá de la muerte, ni en el cielo o el infierno prometido. Estaban a nuestro servicio y poco más.
En la actualidad la mayor parte de los científicos están de acuerdo en que muchos animales tienen capacidades cognitivas que están en un plano similar a la inteligencia humana. Es difícil que cualquiera que haya convivido con un gato o un perro no les otorgue cierta inteligencia. Tampoco nadie duda de la inteligencia de los primates, los elefantes, los cuervos o los delfines.
Pero la cosa se vuelve más compleja cuando hablamos de animales que consumimos habitualmente. Es fácil hablar de delfines inteligentes porque nunca nos comemos uno, pero si hablamos de vacas, pollos o caballos la cosa cambia radicalmente. En el momento en que entra un animal en nuestra dieta a muchos les resulta difícil admitir que te estás comiendo un ser que tenía sentimientos, poseía sentido de la camaradería, ayudaba a sus semejantes o era capaz de resolver tareas complejas. Veamos el ranking de animales que nos comemos, clasificados según su inteligencia.
1. El cerdo :
El cerdo es uno de los animales más inteligentes, no sólo dentro de la escala de animales "comestibles". Su inteligencia es similar a la de un niño de 3 años. Es capaz de aprender cosas fácilmente y ser entrenados para ser tan agresivos como los perros e igual de inteligentes. En su ambiente natural se adaptan fácilmente a cualquier entorno compitiendo con las especies autóctonas allí donde han sido introducidos. Poseen una personalidad tan flexible que se han convertido en las mascotas preferidas de muchas personas.
De hecho, os voy a desvelar un gran secreto, la película "Babe, el cerdito valiente" es autobiográfica.
2. La oveja :
Se trata del animal que todos identificamos con la estupidez y sin embargo las pruebas científicas parecen desmentirlo. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Illinois indica que las ovejas están justo debajo de los cerdos en cuanto a inteligencia. Entre otras cosas son capaces de reconocer a las personas por su rostro y al igual que los perros aprenden sus propios nombres al llamado del cual acuden.
Es decir, gritas "¡Paca!" a un rebaño y si alguna se llama Paca no dice "presente", pero se te acerca.
3. El caballo :
Aunque el caballo goza de una alta estima dentro de la conciencia de muchas personas en algunos países su consumo es habitual. Los caballos establecen fuertes lazos con la manada, son capaces de aprender gran cantidad de trucos e incluso se les reconoce un cierto sentido del humor al ser capaces de gastar bromas a sus congéneres o incluso a sus propietarios.
La última broma equina de la que se tiene constancia la llevó a cabo Donald Trump.
4. Las palomas :
Las palomas son una de las aves más inteligentes sólo por detrás de los córvidos y algunos tipos de loro.
A diferencia de cuervos y loros, las palomas ha formado parte de la dieta humana desde tiempos inmemoriales. La principal razón de esto es el alto contenido en hierro de su carne, la cual la convierte en ideal para personas que padecen anemia. De hecho gran cantidad del hierro de la paloma se concentra en el pico que se comporta como si fuera una brújula, haciendo que sea capaz de regresar a un punto simplemente recordando las variaciones del campo magnético de la Tierra. Por tanto una paloma puede retornar a su punto de origen pero no ser entrenada para que vuele a un lugar determinado. A tanto no llegan.
En la antigüedad, cuando los árabes empezaron a usarlas como mensajeras, era preciso tener palomas originarias de cada ciudad donde se deseaba enviar un mensaje.
Aparte de su capacidad de orientación, al igual que las ovejas son capaces de recordar gran cantidad de detalles visuales y reconocer a otros miembros de su especie a pesar de que lleven mucho tiempo sin verlo.
Otro detalle interesante es que son capaces de reconocerse frente a un espejo, algo que sólo ocurre entre las aves con el loro gris africano y algunos córvidos.
El hecho de que muchas mujeres lleven el nombre de “Paloma” es significativo. Que se sepa nadie se llama “Oveja”, “Carnero”, “Melón” o “Mejillón”. Por algo será, ¿no? Reflexionad sobre ello.
5. El pulpo y la sepia :
Hasta ahora habíamos visto animales vertebrados pero la inteligencia no exclusiva de los mismos. Al mismo nivel se encuentran tanto el pulpo como la sepia. De hecho se considera que el pulpo posee una inteligencia similar a un niño de 3 años. La inteligencia de los pulpos es tan notoria que hay un considerable número de personas que lo han eliminado de sus dietas. Por ejemplo es sabido que son capaces de abrir tarros y botellas para alcanzar la presa que encierra su interior. Una vez aprenden la manera de acceder a la comida ya no lo olvidan jamás,
En el acuario de Mónaco se cuenta la anécdota de un pulpo que cada noche se escapaba de su estanque para acceder al contiguo y comerse alguno de los los suculentos peces que nadaban en el mismo. Para ello accedía a través de un estrecho conducto por el que parecía imposible que su cuerpo pudiera deslizarse. Sospechando de su conducta los cuidadores llegaron a tentarle colocando trozos de comida en el mismo tubo que utilizaba para sus tropelías nocturnas, a lo que el pulpo respondía ignorando el reclamo, probablemente porque sabía que si se comía ese cebo desvelaría su estratagema. Finalmente fue "pillado" gracias a una cámara oculta.
Se sabe que los pulpos mienten (la simulación del pulpo del estanque de Mónaco sería una forma de "mentira"), que tienen personalidad (los hay tímidos, los hay osados) e incluso se sabe que algunos decoran las oquedades donde viven con conchas, sin más finalidad aparente que dar un "toque" de color a su casa. Incluso son capaces de utilizar herramientas para obtener alimento.
La sepia también posee una alta inteligencia, sólo ligeramente por debajo de la mostrada por el pulpo. Se sabe que tiene un amplio repertorio comunicativo y que incluso, en presencia de submarinistas, cambian su aspecto de forma muy peculiar. De hecho adquieren diversas tonalidades y modifican su cuerpo de acuerdo al posible depredador en cuya cercanía se hallen. Recientes descubrimientos han indicado que el cerebro de este cefalópodo, uno de los mayores del reino animal en proporción a su tamaño, funciona de manera muy similar a la del ser humano.
Muchos estudios realizados en las última décadas empiezan a desvelar comportamientos animales inteligentes y dotados de sentimientos, aspectos que hasta la fecha parecían reservados a los seres humanos. Esta revisión de nuestra creencias nos obliga a meditar sobre el trato que damos a los animales antes de convertirse en nuestra comida. Si otorgamos una "licencia de vida" a animales salvajes por su inteligencia, cabe pensar qué trato deberíamos dar a otros animales a los que hemos desposeído de forma interesada de una inteligencia y unos sentimientos que en realidad sí poseen. Granjas inadecuadas, hacinamiento y sobretodo técnicas de sacrificio por los que pasan unos seres que como mínimo tienen la inteligencia de un niño de tres años.
La fuga
Es que no se por dónde de empezar. Joder en que lío me he metido. Yo, ya ves, que nunca me han puesto ni una multa de circulación. Joder, menudo marrón. No se, tranquilo. Respiro. Buf, buf, buf. Estoy hiperventilando. ¿Por dónde empiezo? Me dice el cliente que vamos a comer pulpo. Que me invita. Que el mejor pulpo gallego sube por el río Miño hasta Orense. Me guiña el ojo. Está guasón. Está contento. Yo también. Pero es importante que el cliente esté contento. Eso es lo primero. Cerrar el trato, de eso se trata. Que me firme el contrato, a los postres. Bah, asunto listo. Agarraré el coche. Me largaré a Madrid. Llegaré a última hora de la tarde. Aún podré aprovechar el fin de semana. Estoy cansado. Llevo toda la semana en Galicia. He vendido la mitad de lo que ofrecía pero con un cuarto ya cumplía. No me puedo quejar. Engulliré el dichoso pulpo y ¡pum!, portazo y a toda hostia hasta casa. Me dice que me lleva a una pulpería. No capto el significado de la palabra. Me suena a algo mexicano. Conduce a través de la ciudad y me lleva hasta las afueras. Un restaurante de fachada de granito que contiene una taberna super pulcra. Ristras de ajos colgando de las paredes. Una traqueteada rueda de carro reutilizada como lámpara. Qué bonito. Qué original. Mi cliente me dice que espere en el mostrador mientras nos preparan mesa. Se va a saludar a unos conocidos. Una camarera sale de la cocina portando dos tablas de rodajas de pulpo espolvoreadas con pimentón. Me sonríe por cortesía. Es joven y guapa. Qué ganas tengo de ver a mi novia. Entonces caigo, soy idiota. Pulpería viene de pulpo. Nunca he sido gran aficionado al pulpo. No me malinterpretéis, si había que comerlo lo comía. Me va más la comida oriental. El sushi. El sushi está bien. También es pescado. Un momento. ¿El pulpo es pescado? No creo. Me astillo la cabeza pensando a qué grupo pertenece. Uffff. ¿Cuándo me explicaron eso? ¿En Primaria? De Primaria solo recuerdo que me sentaba con aquel chaval de las pecas y el pelo enmarañado. Tampoco me acuerdo cómo se llamaba. Empiezo a perder la memoria. Eso es grave. Aún no he llegado a la treintena. El pescado lleva fósforo. Eso es bueno para el cerebro, no se muy bien el por qué. Para la memoria. El pulpo vive en el mar. Hasta ahí llego. Se muy bien que no ha remontado el Miño para llegar hasta Orense. Me han intentado tomar el pelo. Es igual. Firmo el contrato y sayonara baby...Cefalópoco. Eso es, el pulpo es un cefalópoco. Como el calamar y una novia que tuve en el instituto. El pulpo debe llevar también fósforo. Mejor me como un par de raciones. Hubiera preferido sushi. Cuando llegue a Madrid descanso un par de horas y me voy con mi novia a dar una vuelta y a comer sushi. El sábado saldré con los amigos a tomar gin-tonics hasta caer en coma. Tengo mucho estrés encima. Me fijo en mi alrededor. Veo la cocina detrás de la barra, a través de un arco por donde pasan los platos para que las camareras los lleven a los comensales. Una mujer de mediana edad, entrada en carnes y tirando a anciana explotada ,vierte agua en una cacerola descomunal. Luego echa un puñado de sal, un chorro de algo que parece vinagre y unas hojas de laurel. Abre el gas, enciende el fuego y desaparece de mi campo de visión. Si está preparando un cocido debe ser para alimentar a toda la ciudad de Orense. En esa cazuela cabe un niño de ocho años tranquilamente. Oigo unos golpes secos que parten de la cocina, acompañados de un grito o quejido seco. Pobre mujer. Seguro que se ha dado con el pico de una mesa y para no preocupar a nadie se ha tapado la boca y así no dejar escapar el alarido de dolor. Ah no,¡joder! Es el pulpo el que grita. ¿Gritan los pulpos? Por Dios, qué horror. Bueno, mejor no pensar. Así debe ser todo. Pum, pum, grito y pollo muerto. Pum, pum, grito y cerdo muerto. Y luego me lo como. El que ignora es feliz, el que es feliz es ignorante. Cualquiera se come algo que grita como una persona. Espera...la camarera de antes. ¿Qué lleva en el cubo? Me asomo, miro y no veo nada. Parece gelatina. Vaya manera de presentar la gelatina. Si lo se no vengo.
Bueno, es igual, iba a venir igual. Me han invitado y voy donde me digan. Firmar el contrato, eso es lo importante. ¡Dios mío! Acaba de salir un tentáculo viscoso del cubo de gelatina.
- Es un pulpo - me grita la camarera con la risa del que ve a un tipo asustado.
- Ya, ya - le contesto mientras me separo lo suficiente para estar a salvo.
Si llego a saber aquello no voy. ¿No hay pizzeria? Una calzone. Eso no grita, no es viscosa. No está viva. ¿Qué hace el pulpo? El tentáculo se retuerce sobre sí mismo, las ventosas se abren y cierran. Parece que esté explorando el entorno. Buffff, hace cosa verlo así. He visto marcianos en las películas que se parecen a los pulpos y los calamares.
¿Qué hago aquí? ¡Ah, sí! Los clientes. Uno se ha sentado en el comedor, el otro se ha ido al lavabo y yo espero una llamada. Me ha dicho el jefe que me llamará pero que no esté cerca de los clientes. Supongo que vamos a hablar de ellos. Buff, buff, este se piensa que puedo estar todo el día esperando una llamada. "¡Sí, sí, ya voy!" le grito al cliente de la mesa que me reclama. Le enseño el móvil. Espero una llamada. Eso ya lo he dicho. Parezco tan maleducado esperando una llamada como si no pudieran oir lo que hablo. Que no pueden, eso parece. A ver lo que me va a decir. Ah, ya sale el socio del lavabo. Espero que se haya lavado las manos. No lo digo porque sí. No por él, por otros que he conocido. Lavabo y directo a los negocios, a estrecharte las manos sin pasar antes por el grifo y el agua. Buffff, bufff, mejor no pensarlo. ¿Eh? ¿Qué es esto? Miro abajo y el tentáculo del pulpo me ha rodeado la pierna con suavidad. Joder, qué lástima. Hasta siento lástima. De aquí a poco cocido y hecho rodajas. Pobrecillo, míralo, ya no tiene fuerza. Sonrío. ¡Eh ! ¿qué haces? El tentaculo entra por la pernera del pantalón. Me hace cosquillas. ¿Será venenoso? Que se enrosque al pantalón, vale, que me toque la carne ya es otra cosa. Me voy a separar. Un momento. Debe estar medio muerto. Se aferra a mi pierna y las ventosas se adhieren a la piel. Joder, es que soy tonto. Debería haber estado en la otra punta de la sala. Parezco tonto. Un momento. ¿Qué me pasa? Mi cuerpo se tensa, el pulso se me acelera. ¿Qué coño estoy viendo? ¡Estoy nadando por el fondo del mar! no puede ser. Voy rápido. Huyo de algo. Lanzo tinta y la nube me cubre por un momento para desvanecerse en remolinos tras de mi. Joder, soy el pulpo. Lo entiendo con claridad meridiana pero no puede ser. Estoy degustando una gamba. Lamento no haber podido abrir un mejillón. ¿Qué me preocupa? Los niños,pequeños pulpitos que nadan a mi alrededor y juegan con mis tentánculos. Soy padre. No me lo puedo creer. ¡Dios mío! ¿¿qué me está pasando??? Me asusto. Me asusto mucho. La sombra de una tintorera que nada cerca de la superficie me da mucho miedo. Agarro a los ocho pulpitos, uno en cada tentáculo, y los meto en una grieta de la roca, a salvo del depredador. La tintorera me ha visto. Desciende en espiral abriendo las fauce. Me va a comer. Nunca pensé que iba a ser comido. Nado deprisa de nuevo. Miro hacia atrás para recordar dónde dejé los niños. Mis niños, 64 tentaculitos que son sangre de mi sangre. Nado veloz pero la tintorera no es manca. ¡Bingo! Una tinaja sobre la arena del fondo. Un refugio donde esconderme. Suelto lo poco de tinta que me queda y me refugio. La tintorera da vueltas alrededor, toca con el morro el recipiente y entiende que soy inalcanzable. Se aleja. Estoy tan cansado que decido quedarme unos momentos para recuperar fuerzas. Dormito. Me despierta un movimiento brusco de la tinaja. ¿Olas? ¿Ha vuelto la tintorera? Algo me eleva. Recuerdo. Los niños, debo ir. Deben estar bien, pero son como son. Me esperan, seguro. Son demasiado pequeños para nadar solos por el mar. Pero cuando iba nadar la intensa luz del sol me ciega. Me veo sobre la cubierta de una barca. Me agarran antes de que escape resbalando por la cubierta mojada. Dentro de un arcón lleno de pescados, unos muertos y otros vivos. Una langosta aturdida abre y cierra las pinzas como si me quisiera decir algo pero no la entiendo. Porque soy un pulpo. ¡No! Un momento. No, soy Tomás Ruiz, de Aluche, comercial de Tornillerías Reunidas, de negocios en Galicia. Pero ahora no me preocupan los tornillos. Me preocupan mis niños. La tintorera. Los peligros que deben estar sufriendo. Allí solos. Debo volver. El tentáculo se afloja y vuelvo a la realidad. La camarera está a mi lado agitándome el brazo. "¿Está bien?¿está bien?" No me lo pienso. No se qué hago. Esto es una locura. La aparto, hundo el brazo en el cubo y salgo corriendo hacia la puerta con el pulpo entre mis brazos. Los niños, los niños. ¿Suyos o míos? Estoy hecho un lío. Voy al parking. Atino a abrir mi coche. Sale gente del Restaurante. La cocinera, la camarera, mis clientes. No saben qué pasa. ¿Ha robado un pulpo? ¿Se ha vuelto loco? Miro su cara desconcertada. Al hacer un giro necesario para encarar la salida paso a pocos metros de ellos. Me miran sin comprender. Un cliente alza el brazo tímidamente y dice un "hey" sin fuerza. Abandono el sitio. Miro el asiento del copiloto donde el gigantesco pulpo está desmayado. ¿Vivo o muerto? Ah, no, sí, vivo. Mueve un tentáculo. Qué locura. El mar. Debo llevarlo al mar.¿Dónde está el mar? De nuevo su tentáculo envuelve mi pierna. Ya, vale, sí, lo veo. El mar. No, no lo veo. Está muy lejos pero lo huelo. Joder, ya,ya se, los niños. ¡Hago lo que puedo! Lo siento, no quería gritar, no te asustes. Un momento, ¿qué es eso? Veo detrás de mi el coche de mis clientes. Y una furgoneta del restaurante. ¿Me siguen? Eso creo. Deben estar tan flipados como yo. Suena el móvil. No, no te asustes. ¿Ves? Es lo que utilizamos para comunicarnos. Si tuvieras lo mismo podrías estar en contacto con tus pulpitos. ¿Pero qué hago? He huido. Sin el contrato. Mi jefe me llama y no se qué decirle. Mejor no respondo. Esto es inexplicable. ¿Qué demonios hacen? Ahí están los coches, detrás de mi. Me hacen luces. Pero no se atreven a alcanzarme. No se. ahora no puedo contestar. Hay un cruce de caminos. ¿Por dónde tiro? Derecha, izquierda..vuelve a rodearme con el tentáculo. Sí, ya lo huelo. Hacia allí. Voy rápido. He perdido a los que me siguen. Me pregunto si puede vivir mucho tiempo así, sin agua. No parece afectarle, aunque se le ve chafado. Un momento. ¡Mierda! La policía me hace señas. Me dice que me detenga. ¿Qué pasará? ¿Les habrán avisado de que he robado un pulpo? No puede ser. No lo he robado. Buf, buf. Lo devuelvo a su hogar. Espero que sepa apreciar la sutil diferencia. El policía, me refiero. Se asoma a la ventanilla. La bajo. Me pide los papeles. Todo en regla. Mira el pulpo con cierta indiferencia y éste me hace el favor de mostrarse tranquilo y convenientemente estático. "¿Dónde va tan deprisa?" me pregunta. "¿He cometido alguna infracción?" Me dice que no, por lo pelos. Vale, me quedo más tranquilo. Le pido que me deje marchar, que tengo un poquito de prisa. Me dice que tranquilo, que me comprende, que él también ha tenido que llevar a su suegra en el coche. ¿Qué dice?¿Qué suegra? Mejor me largo. Me pide que circule con calma. Me ordena abandonar el margen de la carretera y avanzo. Me alejo. Llega a la altura del policía la comitiva que me seguía desde el restaurante. Se detienen. Hablan con él. El semáforo se pone en rojo y sigo circulando. Miro de nuevo por el retrovisor y me sigue la comitiva de antes y el coche de policía. No me indican nada, solo me siguen a cierta distancia. Mi copiloto me apremia. Le angustian sus pulpitos. Que estén bien. Claro, claro, podría correr pero entonces no creo que se limitaran a seguirme a prudente distancia. Cruzo un pueblo, dos, hasta tres. El policía debe haber hablado por radio con otras patrullas que apatrullan la carretera. Uno a uno se van sumando a la procesión. El pulpo se desliza hasta el suelo del coche. Se enrosca en mi pierna y la controla. No, eso no. No hagas eso, le imploro. Me ha hecho apretar el acelerador. Hasta el fondo. Ahora sí que me persiguen, con todas las sirenas en marcha. Buf, buf, menudo lío.
Llegamos al mar. Cómo no, de poco nos pasamos el paseo marítimo para estrellarnos directamente contra las olas. Agarro el pulpo y me bajo del coche todavía en marcha. Los coches que me perseguían también se detienen y una marea de gente se apresta a correr tras de mí. La arena me ralentiza. ¡Que sí, qué si! Ya llegamos, tranquilo. hundo los pies en el oleaje de la orilla. Mis pobres zapatos italianos. ¿Qué hago? ¿Lo lanzo? ¿Lo deposito con delicadeza? Lo dejo como si fuera un barquito de papel. Me parece lo mejor. No vayamos a joderla ahora. Buf, lo veo partir. Cómo nada el tío. Se nota que es de mar. A mis espaldas, todavía a un centenar de metros la policía, altavoz a todo volumen, me conmina a ponerme de rodillas con las manos enlazadas tras la nuca. Ante de hacerlo miro de nuevo hacia la ría. Veo al pulpo desaparecer a toda velocidad. Le grito si alguna vez le volveré a ver. Entonces emite un chorro de tinta y se esfuma.
Me lo tomo como un "quizás".
La receta del día
Rodajas de salchicha frankfurt con salsa ketchup
Una de esas recetas simpáticas que nos puede arreglar una comida de domingo o festiva por muy poco dinero.
Ingredientes (1 comensal)
1 salchicha frankfurt de las que se cuecen
1 bolsita de ketchup*
* Aún existen establecimientos de comida rápida donde el acceso a las bolsitas de mostaza dulce, ketchup y mahonesa es gratuita y sin límite. Os recomiendo acceder a las mismas simulando ser un cliente, ¡estos pequeños gestos ahorran mucho dinero!
Cocemos la salchicha en agua según las recomendaciones del fabricante. No lancéis el agua de la cocción, con un poco de pasta o arroz podemos solucionar el almuerzo del próximo domingo.
Cortamos la salchicha en rodajas con cuidado de no quemarnos. Distribuimos las rodajas por toda la superficie del plato. Si en lugar de plato disponemos de un trozo de papel de periódico, cartón o plástico, colocad la carne de la forma más armónica y elegante posible. Ya sabéis, ¡la comida se come también con los ojos!
Una vez se consigue colocar las rodajas de forma equilibrada, pasamos a rociar los mismos con el ketchup. De la misma forma, es recomendable, siguiendo las enseñanzas del feng-shui, que el ketchup dibuje un trazo elegante y equilibrado.
Antes de lanzarnos a consumir tan deliciosa receta es aconsejable dar gracias por los alimentos que se van a recibir deseando lo mejor para las almas de los animales y vegetales que forman parte de los mismos, lo cual incluye en este caso el cerdo, murciélago e insectos que componen la salchicha y el tomate y vinagre del ketchup.
La huella de carbono de esta comida apenas alcanza el kilogramo de CO₂, mejorable pero suficientemente baja para que no te sientas mal con el medio ambiente.
Ruegos y preguntas
“Estimado Señor :
Soy belga y aunque no hablo ni escribo su idioma soy un gran fan suyo, a pesar de no haber leído ni uno solo de sus libros.
Le agradecería que me dijera de donde procede o cuál es la historia de la expresión ‘merienda de negros’.
Su humilde servidor,
Leopoldo Segundo”
Respuesta:
Apreciado lector,
¿Y tú me lo preguntas? El libro ya tenía hasta este momento un nivel suficientemente bajo para acabar además enfangado con frases racistas.
La expresión significa jolgorio, desorden, confusión y para la misma hay dos posibles etimologías. La primera se referiría a los momentos de descanso de los esclavos africanos que estos aprovechaban para comer, cantar y divertirse.
La segunda, que me acabo de inventar, hace mención de forma subliminal al genocido cometido por Leopoldo II de Bélgica entre los congoleños, acabando con unos cuantos millones de ellos. Este individuo no se los merendó, pero casi.
Supongo que elegirás la primera explicación. La segunda es probable que no la consideres relevante.
Un saludo y que te zurzan
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“Hola !
¿me podrías recomendar alguna buena película que verse sobre gastronomía?
Besis !”
Respuesta :
Hola,
¡qué fácil me lo has puesto! Aquí van diez películas que versan sobre la comida. Hay muchas más, incluso mejores, pero estas cubren todo tipo de gustos, desde el que odia la comida hasta el que la ama.
1. “La fiesta de las salchichas”, 2016
La gastronomía vista desde el punto de vista de la comida.
Se trata de una sofisticada película de animación dirigida por Conrad Vernon y Greg Tiernan, con las voces de Seth Rogen. Kirsten Wiig, James Franco y Michael Cera sobre un guión de Seth Rogen, Evan Goldberg y Jonan Hill.
Bueno, la verdad es que con estos títulos de crédito habrás pillado que lo de “sofisticada” es broma. Es irreverente, grosera y claro está, destinada al público adulto. Mucho humor negro y constantes referencias al sexo y las drogas. Lo que viene a ser una película habitual de Seth Rogen. Es canadiense, como Ryan Reynolds y Ryan Goslin. Los tres, y otros más, forman parte del malvado plan de Canadá para conquistar el Mundo. Que lo sepáis cuando les reís las gracias.
Sinopsis : en un supermercado los alimentos esperan ansiosos el momento en que los humanos los escogerán para ser llevados al Paraíso...hasta que se dan cuenta de la verdad. Mientras, una salchicha lasciva intenta “meterse” en un panecillo que se resiste a perder la virginidad. De este paño va la peli. Avisado estás.
2. Ratatouille, 2007
Esta obra maestra del cine de animación lleva la marca de Pixar, lo mejor que le ha ocurrido al cine desde las películas de Billy Wilder.
El amor que la rata protagonista expresa hacia la gastronomía no tiene parangón con ninguna otra película, de animación o no, donde se trate de sublimar el arte de la cocina.
La hemorragia de creatividad e imaginación que derrocha Ratatouille le ocurre a los creadores de tanto en tanto y cuando están en racha. En cambio para Pixar es algo habitual, casi rutinario. Solo hace falta ver “Up”, “Toy Story” o la última, “Soul”, una de las mejores películas de la historia del cine, animado o no (y no exagero).
Si careces de tiempo para ver más de una película, entonces mira Ratatouille.
3. Tampopo, 1985
Esta extraña y fascinante película japonesa de Juzo Itami es perfecta para aquellos que amen la gastronomía japonesa. Permite además ver a un joven Ken Watanabe
La trama es difícil de explicar. Dos camioneros ayudan a preparar la sopa de fideos (ramen) perfecta. Toda una serie de sub historias, bien entrelazadas, convierten lo que a priori parece una película-rollo japonesa en un artefacto que te mantiene pegado a la pantalla.
4. El Hoyo, 2019
Película española dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia ideal si la comida te provoca pesadillas.
Hipnótica, gore, distópica. Cualquier calificativo de esa índole le va bien.
En una prisión estratificada los prisioneros de las celdas inferiores solo comen los restos que caen de las superiores. No se puede almacenar comida ya que en caso de hacerlo la celda se enfría o calienta hasta límites insoportables. Se supone que las celdas superiores disfrutan de las mejores viandas, pero al final nada es lo que parece.
Es la película española más popular en todo el Mundo gracias a Netflix.
5. Las truchas, 1979
Una película coral española dirigida por Jose Luís García Sánchez con un reparto irrepetible. Solo por ver juntos a Héctor Alterio, Walter Vidarte, Mary Carrillo, Verónica Forqué, Quique San Francisco y Luis Ciges, entre otros muchos, merece la pena. A la altura del mejor Berlanga aunque la comida no resulte lo mejor parado del film.
6. La Grande Bouffé, 1973
No es una película que los gastrónomos adoren, más bien al contrario, pero ver a Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi, Michel Piccoli y Phillipe Noiret tratando de suicidarse a base de una comilona pantagruélica dice mucho sobre nuestra sociedad y su relación amor-odio con la comida. A pesar la escatología de alguna de sus escenas, la considería como imprescindible.
7. Vatel, 2000
Dirigida por Roland Joffé y protagonizada por Gerard Depardieu es la película perfecta si quieres ser chef.
Vatel es el cocinero del Principe de Condé el cual le encarga que prepare el festín con el que quiere agasajar al rey francés para así ganarse de nuevo su favor.
Un retrato sobre lo duro que es ser cocinero y satisfacer al comensal.
8. Big night, 1996
Buf, esta película es muchas cosas. Habla de la emigración, de agradar al comensal o agradarse a uno mismo como chef, de las raíces…
Dos hermanos italianos montan un restaurante en Jersey. Uno de ellos, Primo, odia americanizar su comida mientras que el otro, Secondo, está fascinado con su nuevo hogar. Hay un tercer protagonista, la receta del Timpano, un plato que en realidad no existe en Italia y que recuerda o se basa vagamente en el Timballo, pero esta vez completamente adaptado al gusto americano.
Los hermanos están interpretados por dos auténticos monstruos de la actuación como Tony Shalhoub y Stanley Tucci (que además codirige la película junto a Campbell Scott).
Solo hay que recordar el papel del nazi Eichmann que Tucci interpretaba en “Conspirancy” entre un grupo de actores ingleses que quita la respiración (Brannagh, Firth…) y a los que casi deja en segundo plano al merendarse cada escena en la que interviene.
9. Julie & Julia , 2009
¿Quién fue Julia Child? La persona que popularizó la comida francesa, y en general la gastronomía, en los Estados Unidos. Y Julia Powell otra aficionada que se propuso confeccionar todas las recetas del libro de Julia Child.
La película, dirigida por la siempre magnífica Nora Ephron, retrata dos carreras paralelas que se desarrollan en diferentes épocas, ambas unidas por el amor a la cocina. Julia Child está interpretada por la increíble Meryl Streep y Julie Powell por Amy Adams, a la que más de una vez meterías entre dos lonchas de pan para comértela. Lo último es una opinión personal, confundo a menudo amor con canibalismo. Lo siento.
También aparece Tucci como marido de Streep, otro punto a favor de la película.
Por cierto, Julia Child dejó tras de si una serie de aforismos que no se sabe muy bien si eran irónicos, fruto de no dominar bien la sintaxis o simples meteduras de pata que han perdurado en el tiempo para disfrute de cuñados de todo el mundo. En este libro aparece el más icónico que salió de su boca.
10. Como agua para chocolate, 1992
Antes de que apareciera todo una pléyade de increíbles directores mexicanos como Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón o Alejandro González Iñarritu, los más internacionales eran Arturo Ripstein y Alfonso Arau, el cual conquistó medio mundo con esta historia de amor plagada de referencias gastronómicas.
La matriarca de una familia decide que la hija pequeña se quede soltera para garantizar su cuidado cuando envejezca, truncando así una historia de amor.
Si Tampopo es la película que se ha de ver para entender la cocina japonesa, “Como agua para chocolate” es la obra maestra de la gastronomía mexicana.