Esta semana se celebra en España el día de Todos los Santos, día de visita obligada a los parientes que reposan en los cementerios. Además, al tratarse de una festividad que recae en el otoño del hemisferio norte es obligado degustar dulces y comidas que tienen como base los frutos de la temporada. Mientras, en los Estados Unidos - y por imitación en Europa - se celebra Halloween, una celebración casi infantil, y en México la cita es probablemente la más colorista y espectacular de cuantas se celebran en país alguno y allí los muertos poseen todo el protagonismo.
Aparte de las tradiciones, muchas de las cuales se remontan al pasado pre hispánico del país, México ofrece una amplia variedad de dulces y comidas específicas, entre ellas el Pan de Muerto, un dulce espectacular que merece la pena realizar.
Dice la leyenda que el Pan de Muerto procede del tiempo en que las ofrendas humanas fueron prohibidas por los españoles. Así el pan sustituiría los sacrificios humanos, representando el cuerpo o el corazón del humano que se sacrificaba a los dioses. Así mismo el adorno situado en la parte superior serían los huesos del mismo y el botón que se coloca en el cruce entre ambos viene a simbolizar el cráneo del sacrificado. Sea cierta o no la leyenda, lo verdadero es que el Pan de Muerto es una delicia de la gastronomía mundial.
INGREDIENTES :
250 gramos de harina blanca de trigo (+2 cucharadas para el fermento)
50 gramos de mantequilla sin sal
100 gramos de azúcar (+media cucharada para el fermento)
1 huevo
Medio vaso de leche entera (100 ml) (+ un cuarto, 25 ml, para el fermento)
Levadura de panadero, 10 gramos (seca, liofilizada)*
Ralladura de la piel de una naranja
Agua de azahar (una cucharadita)
Un pellizco de sal
*podéis emplear levadura fresca pero al menos 20 gramos. La levadura de panadero o seca se vende en sobrecitos y tiene una apariencia granulada de color gris. Suelo comprar la marca Maizena.
En primer lugar vamos a preparar la masa. En un bol grande y sobretodo ancho incorporamos la harina. Hacemos un volcán y en el centro colocamos la mantequilla al punto de pomada (blanda), espolvoreamos la mitad del azúcar, la ralladura de la piel de la naranja (sin la parte blanca) y el pellizco de sal (la sal sirve para acentuar la dulzor del pan, aunque parezca contradictorio).
Ahora vamos a preparar el fermento para que se vaya haciendo mientras amasamos. En otro bol introducimos 2 cucharadas de harina de trigo, la levadura de panadero y media cucharada de azúcar. Removemos bien y añadimos 25 ml (un cuarto de leche) tibia. Volvemos a mezclar y cubrimos con un paño de algodón, dejando en un lugar no muy frío y oscuro.
Ahora vamos a hacer la masa. En el centro del volcán incorporamos el huevo batido y empezamos a mezclar, intentando que la mantequilla se integre bien en la harina. Va a ser un proceso complicado ya que queda una masa bastante seca, así que sólo cabe paciencia. Cuando la masa está homogénea, podéis sacarla del bol y trabajarla sobre el mármol o la tabla de madera de la cocina donde os será probablemente más cómodo.
Cuando la masa está bien homogénea, la aplanáis un poco y añadís el resto del azúcar. De nuevo es cuestión de trabajarla bien hasta que quede bien integrada. Cuando este ocurre se añade en el centro de la masa el fermento - con 20 minutos de espera será suficiente - y volvemos a amasar. En total deberéis amasar alrededor de una hora.
Dejáis reposar en un lugar oscuro y tibio hasta que dobla el tamaño que tiene actualmente (efecto del fermento).
Cuando la masa doble el tamaño la extendéis sobre el mármol como si fuera un cilindro y separáis alrededor de una quinta parte de la misma. Este pedazo que sacáis se empleará para hacer los huesos que adornan la parte superior del pan. El resto de la masa la moldeáis para que tenga la forma redonda del pan ligeramente aplanada.
Con el pedazo que hemos separado hacemos un cilindro largo que dividiremos en dos mitades. Cada mitad la amasaremos con la palma de la mano bien abierta, de manera que se formen las junturas de los huesos que tratamos de imitar. Así mismo separaremos dos trocitos pequeños para hacer la bola que simula el cráneo y con la que adornaremos la cúspide del pan.
Colocamos los dos "huesos" cruzados sobre el pan y la bolita en el punto donde se crucen. Precalentamos el horno a 190 grados y con 20-25 minutos de cocción - hasta que se muestre dorado y al pinchar un palillo este salga completamente seco - será más que suficiente.
El último paso es pintarlo con mantequilla derretida y espolvorear por encima azúcar, de manera que se pegue a la superficie. Dejamos enfriar y listo para comer.
Un dulce que de verdad os recomiendo.