Siempre dulce por San Valentín


Decía un antiguo filósofo griego que el primer humano era a la vez hombre y mujer. Los dioses lo castigaron separando ambas mitades que desde entonces se buscan de manera incesante para volver a ser la unidad primigenia. A esa búsqueda, a esa necesidad irrefrenable de encontrar a tu otra mitad, el filósofo la llamó "amor". Seguimos llamando a quien amamos nuestra media naranja y es curioso que conectemos la comida con el amor porque hay pocos sentimientos que justo al aparecer sean tan capaces por si solos de cerrarnos el estómago en banda. ¡A ver quién come cuando él o ella no entiende nuestros mensajes tan poco subliminales! Pero que cuando el amor llega porque eres correspondido la vida toma un sabor especial que todos identificamos. Los enamorados viven momentos dulces y no momentos salados. Ni agrios, a pesar de las medias naranjas. Pensad en ello. Enviamos bombones y caramelos, hacemos pasteles y postres para San Valentín, no regalamos caviar ni champagne

En San Valentín seguramente invitaremos o nos dejaremos invitar a una cena y si hay algo a declarar lo haremos a los postres que siempre son la feliz rúbrica de una comida perfecta. Todavía no se ha visto una película de Hollywood que esconda un anillo de compromiso en la carne asada o el cóctel de marisco, pero hay ejemplos mil en que se oculta a modo de sorpresa en una tarta o un postre. Y si todo sale bien, avatares aparte, te marchas de Luna de Miel.


La asociación entre lo dulce y lo romántico no es fruto de la casualidad. El año 2014 unos científicos publicaron un "paper" donde explicaban el por qué de la dulce relación. Que un artículo científico trate de explicar la razón de llamar a tu pareja con términos que aluden a su dulzor merece atención. Vosotros mismos podéis leerlo aquí. Si no domináis el inglés o no tenéis tiempo de revisar las 17 páginas del estudio, en breve viene a decir que las percepciones que tenemos de nuestras citas dependen de los estímulos sensoriales que estemos disfrutando - o no - en ese momento. Así a algunos sujetos que participaban en el estudio se les dio galletas dulces y a otros patatas fritas saladas. Supongo que habéis intuido que el interés romántico hacia posibles parejas era más fuerte entre el grupo que había recibido un estímulo dulce. Eso explica que dar el anillo cuando ella come macarons tenga más posibilidades de recibir un sí que pretender lo mismo mientras come un entrante salado.

En Lisboa es costumbre que los enamorados coman juntos - a la "limón" solemos decir -  Pastéis de Belem en la tienda que los creó porque dicen que al hacerlo de esta manera compartirán amor eterno, provocando todo sea dicho una tremenda desazón entre los abogados portugueses especializados en divorcios que tienen una especial inquina a la calle Belem. En Alemania se regalan galletas de jengibre con forma de corazón. En Jumilla, España, se regalan por San Valentín los Rollos del Amor, una antigua receta árabe de unas rosquillas que no salen perfectas porque dicen que el amor no lo es pero siempre debe dejar al final un regusto dulce para que merezca la pena haberlo vivido. En Anatolia, donde las relaciones entre los prometidos se suelen formalizar a través de las familias de ambos, es costumbre acudir a las casas con bandejas de dulces Báklava empapados en almíbar para facilitar que accedan a dar la mano de la hija.


Pero también el desamor - y de eso no habla nada el estudio antes mencionado - debe tener algo que ver con el dulce. Muchos y muchas ahogan los desengaños y las roturas de relaciones en potes gigantes de helado o devorando, uno a uno, los bombones de una caja que por una vez te has debido comprar y regalarte a ti mismo. Incluso el dulce está presente en grandes tragedias amorosas y se regala entre amantes de la actualidad como si la historia no fuera con ellos. Véase si no los "Besos de Julieta y Romeo", tan tradicionales en Verona (Italia) o los "Suspiros de Amante", un pastelillo que recuerda una trágica historia de amor ocurrida en la ciudad española de Teruel durante la Edad Media que no tiene nada que envidiar a los personajes del drama de Shakespeare.

Sea por razones científicas o porque sí, el amor es dulce y las recetas de postres a realizar en San Valentín pueden servir para obtener aquello que deseas o quieres ofrecer a quien amas. Y recuerda, si vas a pedir algo ¡que sea siempre a los postres!