Nuevo libro

Las dietas de Enero

En Enero, como cada año, los gimnasios se llenan de público dispuesto a quemar en días las grasas acumuladas durante las fiestas pero también hay muchos que prefieren acompañar al ejercicio físico - si es que lo hacen - con dietas bastante salvajes. Uno de los enemigos declarados de las dietas, al menos en los últimos años, son los carbohidratos. Enemigo inverosímil pero muy real para bastantes dietas. Gracias a estudios pseudo-científicos utilizados de forma retorcida por la publicidad mucha gente se siente culpable por comer alimentos tan indispensables como el pan, los macarrones o las patatas.

La base de la alimentación humana, le pese a quien le pese, son los carbohidratos. Cuando estos son ingeridos se transforman en glucosa. La glucosa es transportada por la sangre y almacenada en forma de glucógenos en los músculos y el hígado. Es la energía de uso inmediato que el cuerpo necesita para alimentar nuestro cerebro y el sistema motor, entre otros. Para que la glucosa de la sangre pase a las células el cuerpo humano genera insulina. El aprovechamiento de la glucosa gracias a esta hormona tiene un límite y cuando se rebasa entonces se almacena en forma de grasa.

La glucosa llega a todas partes de nuestro cuerpo. Es por ésta razón que los individuos afectados por diabetes pueden presentar múltiples síntomas ya que los problemas con la insulina repercuten en todo el organismo.

Cuando no consumimos carbohidratos se generan unos compuestos químicos denominados cuerpos cetónicos debido a que el pancreas libera otra hormona, el glucagón, cuya misión es transformar la grasa en glucógeno. Los cuerpos cetónicos serían los encargados de suministrar energía al cuerpo en casos excepcionales de falta de alimento.

Como os habréis percatado, ante la falta de glucosa, el organismo tira de las reservas de energía acumuladas en la grasa. Esto ha hecho que muchas dietas hayan eliminado de forma errónea los carbohidratos. Esto no es tan fácil como pudiera parecer. Estamos diciéndole al cuerpo que ha entrado en una fase de penuria, de falta de alimento y éste reacciona en modo "alarma", presuponiendo que en poco tiempo conseguiremos ingerir comida de forma normal. Para evitar éste efecto existen las dietas hiper-proteícas, donde la ingesta de carbohidratos ha sido substituida por la ingesta masiva de proteínas. Las proteínas son más difíciles de digerir provocando antes saciedad y aparentemente subsanan los problemas derivados de la ausencia de los carbohidratos. Nada más lejos de la realidad. Por un lado los problemas de cetosis continúan. Estamos diciendo a nuestro cuerpo que trabaje de una manera para la que no fue diseñado y el aprovechamiento de la energía procedente de una dieta proteíca no es tan eficiente como el obtenido de los carbohidratos. Por ejemplo, el cerebro no puede utilizar el 100% de la energía proporcionada por los cuerpos cetónicos debido a su carácter ácido y esto se manifiesta en falta de rendimiento intelectual (otorga al individuo un cierto aire de cansancio o apatía). Además algunos efectos secundarios de la eliminación de los cuerpos cetónicos - mal aliento, olor desagradable del sudor y la orina, pérdida de calcio y nauseas - siguen estando presentes puesto que precisamos de ellos para aprovechar la energía de la grasa acumulada debido al carácter hipocalórico de las dietas.

Revisando algunas dietas hiperproteicas como la Cooley o la Scardale salta a la vista que son desequilibradas,  presentan graves carencias de vitaminas y minerales  y además pueden provocar problemas renales y hepáticos.

Así que antes de iniciar una dieta conviene recordar cosas muy básicas y sencillas : hay que comer de todo de forma moderada, sin eliminar desde luego los carbohidratos, desayunar muy bien, comer bien y cenar de forma moderada. No saltarse ninguna comida. Mucha fruta y verdura, lácteos descremados, poca carne y pasta integral. Si tomamos un poco de grasa - mantequilla, bacon - que sea en el desayuno. Con eso y un poco de ejercicio recuperaréis el peso adecuado siempre que nos fijéis una meta temporal imposible de alcanzar : intentar adelgazar en un mes puede tener repercusiones aún peores que la grasa que tratáis de eliminar.