Probablemente esta receta no os suene de nada a menos que seáis italianos. Los krumiri son un tipo de galleta cuyo aspecto nos recuerda a los churros, al igual que lo hacían los tulumba turcos. Se comen tal cual o bien mojados en sabayón o chocolate espeso. Son inconfundibles por su aspecto y su fuerte aroma a vainilla. Los krumiri fueron creados en 1878 en Casale Monferrato, una ciudad del Piamonte. Si bien la receta se considera patrimonio piamontés, al estar protegida por un copyright a menos que los adquiráis en la pastelería donde se originaron el resto son solo aproximaciones.
INGREDIENTES (para obtener algo más de dos docenas de krumiri)
350 gramos de harina para repostería
100 gramos de mantequilla sin sal
100 gramos de azúcar glas (impalpable)
1 huevo entero
2 yemas de huevo
1 cucharada de miel
1 cucharadita de levadura de panadero (levadura seca)
1 cucharadita de esencia de vainilla
Un pellizco de sal
En primer lugar dejamos la mantequilla a punto de pomada con unos 3 ó 4 segundos en el microondas. La vertemos en un bol y agregamos el azúcar glas, la miel y la esencia de vainilla, además del pellizco de sal. Trabajamos con las varillas hasta que quede una mezcla homogénea.
En otro bol batimos el huevo y las dos yemas, incorporándolas al bol de la mantequilla y mezclando bien.
Incorporamos la levadura a la harina y así mismo la mezclamos con el resto de ingredientes, a ser posible a través de un cedazo para que no se formen grumos. Mezclamos a conciencia y llevamos al frigorífico, parte alta, para que repose durante 20 minutos.
Precalentamos el horno a 170 grados centígrados. Forramos con papel de hornear la bandeja y con la ayuda de una manga pastelera, boca ancha y estriada (como si fuéramos a hacer churros, efectivamente) vamos creando krumiri de un palmo de longitud y con un peso total de unos 10-15 gramos aproximadamente (lo que sería un churro pequeño).
Se hornean durante 15 minutos o hasta que se doran. Al hornearse se suelen arquear un poco, no es mayor problema. Se dejan enfriar y listos para comer. Lo mejor, en mi opinión, es comerlos mojando con ellos chocolate espeso. El aroma a vainilla que desprenden y el propio del cacao es embriagador.