Si habéis viajado a Turquía los habréis visto en todas partes. Se trata de esos panes con forma circular recubiertos de semillas de sésamo que venden en puestos callejeros y todo el mundo sujeta en la mano cuando caminan por la calle a primera hora de la mañana camino de la escuela y el trabajo. De hecho muchos turcos se quejan de que los simit han sustituido, los días laborables, a desayunos más potentes como el menemen o el çilbir. Pero claro, a ver quién tiene tiempo de preparar un desayuno de ese tipo cuando luchas por dormir un poco más a contrareloj.
El simit es básicamente un pan, ni dulce ni salado, pero gracias a la adición de las semillas de sésamo presenta un sabor que lo hace perfecto para comer tal cual, sin rellenos ni otros añadidos. De hecho al degustarlo parece, salvando las distancias, que comemos algo hecho con frutos secos. Realmente está muy bueno y recién hecho, crujiente y desprendiendo el aroma del sésamo (ajonjolí) tostado está de vicio. A los españoles nos huele a polvorón, por el tema del ajonjolí, aunque no tenga absolutamente nada que ver.
INGREDIENTES
2 vasos de 200 ml (los típicos de agua) de harina de fuerza *
1 vaso de agua tibia
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de azúcar
1 cucharadita de aceite de oliva o girasol
1 sobre de levadura seca de panadero (20 gramos)
2 cucharadas de miel de caña**
Medio vaso de té
Semillas de sésamo (ajonjolí) en abundancia
* Los turcos especifican que se debe emplear harina de simit, si bien las características de la misma es prácticamente igual que la de fuerza que empleamos por aquí.
** La miel de caña no es miel de abejas. Se trata de un subproducto de la caña de azúcar, siendo fácil encontrarla en nuestro país pues se consume con regularidad sobre todo en Andalucía.
** La miel de caña no es miel de abejas. Se trata de un subproducto de la caña de azúcar, siendo fácil encontrarla en nuestro país pues se consume con regularidad sobre todo en Andalucía.
Separamos unos 50 ml de agua tibia (1/4 de vaso) y en el mismo disolvemos el azúcar y mezclamos la levadura seca de panadero. Dejamos actuar en un lugar oscuro y cálido durante unos 15 minutos. Esto se hace para que crezca la levadura.
En un bol grande depositamos la harina previamente tamizada - no dejéis de hacerlo - y le damos forma de volcán. En el centro vertemos el agua con levadura y el aceite y mezclamos bien.
Vamos vertiendo el resto del agua tibia y mezclando a la vez. Añadimos la cucharadita de sal y terminamos de amasar (si contáis con máquina amasadora es el momento de emplearla).
Dejamos reposar la masa durante una hora o hasta que crezca al doble del tamaño.
Una vez la masa ha fermentado, separamos una bola del tamaño de un limón, más o menos. La colocamos sobre una superficie lisa y la rodamos hasta forma un cilindro largo. El cilindro debe tener el grosor de un dedo, más o menos.
Separamos otra bola con el mismo tamaño y construimos otro cilindro igual. Los panaderos turcos lo que hacen en rodar ambos cilindros juntos a la vez de manera que uno se enrede en el otro formando una trenza. Como esto requiere práctica recomiendo hacer una trenza prieta a la manera tradicional.
Dejamos reposar una media hora en un lugar oscuro y cálido para que vuelva a crecer.
Mientras el simit crece, hacemos un té y en el mismo disolvemos dos cucharadas de miel de caña.
Con este té, pintamos por todas partes el simit y a continuación lo pasamos por abundantes semillas de sésamo, de manera que lo cubra al máximo posible. Si las semillas están previamente tostadas, mejor que mejor pero no es imprescindible.
Precalentamos el horno a 190 grados e introducimos el simit durante unos 20 minutos o hasta que está visiblemente dorado.
Se pueden comer calientes o del tiempo, pero sobretodo cuando están crujientes. Os daréis cuenta que no hay nada mejor para acompañar un té o cualquier comida que os imaginéis. O tal cual, como hacen millones de turcos cada día.