Galletas de canela


Todo el mundo conoce la canela por el sabor y olor que desprende. Muchos dulces y postres no serían lo mismo sin ella. No obstante un aspecto desconocido de la misma es que cuenta con notables efectos terapeúticos sobre determinados trastornos como son la hipertensión y la diabetes. No se trata de remedios sin base científica, si no de pruebas contrastadas que demuestran que la ingesta diaria de canela reduce la hipertensión disminuyendo así mismo la glucosa en sangre. Otro efecto positivo es que se trata de un relajante muscular que se puede utilizar para conciliar el sueño.

El hecho de que la canela no se emplee profusamente para combatir estas letales enfermedades - no olvidemos que la hipertensión y la diabetes provocan un número considerable de muertes al año - es debido a su asociación aparentemente indisoluble con los productos dulces y por tanto con el azúcar. No obstante la canela se puede usar en cualquier plato y contexto - la morcilla de Aranda lleva canela entre otros ingredientes, aparte de muchos otros platos dulces y salados - siendo también habitual hacer infusiones donde se mezcla con café o té a modo de relajante. Otra razón

Para obtener los beneficios de la canela es preciso tomar una cucharadita (5 gramos) de canela al día. Otra cosa más complicada es saber dónde podemos incorporarla sin que desentone, claro, pues la cantidad no es despreciable.

Si queréis conocer más acerca de las cualidades de la canela os paso el enlace de un trabajo de fin de grado presentado en la Facultad de Farmacia de la Complutense.

Al menos sabemos que con los dulces la canela nunca desentona y con las galletas, mucho menos.

INGREDIENTES

500 gramos de harina de repostería
200 gramos de azúcar
200 gramos de mantequilla
2 huevos
30 gramos de canela en polvo
2 cucharaditas (10 gramos, medio sobre) de levadura química (tipo Royal)
Azúcar y Canela en polvo extra para espolvorear por encima


Dejamos la mantequilla fuera del frigorífico al menos un par de horas antes para que se ponga blanda.  Mezclamos entonces con el azúcar y batimos hasta que resulte una especie de crema (si tenéis unas varillas eléctricas es el momento de emplearlas).

Agregamos los dos huevos batidos y la canela, mezclando a conciencia hasta que queda todo bien integrado.

Mezclamos la harina previamente tamizada con la levadura y luego la vamos poco a poco añadiendo a la crema que hemos obtenido anteriormente. Debemos obtener una masa que al final se deba amasar con las manos porque las varillas eléctricas o manuales ya no son eficaces. Si esto no ocurre, vamos añadiendo más harina poco a poco.

La masa obtenida la envolvemos en un papel film, colocándola en la parte baja del frigorífico (la más fría) para que tome aún más cuerpo. Con 1 hora debería ser suficiente.

Transcurrido el tiempo sacamos del frigorífico y sobre un papel de hornear extendemos la masa con un rodillo hasta obtener una lámina de 2 ó 3 milímetros de grosor. Cuando más fina sea la lámina más crujiente será la galleta pero hay un límite en que será demasiado fina y se romperá con mucha facilidad. Las galletas muy finas son exclusivas de la producción industrial que cuentan con hornos rápidos que sí pueden producirlas sin problemas.

Cortamos las galletas con la ayuda de un molde. Desprendemos el sobrante y horneamos a 180 grados durante 15 minutos. Hay que vigilar el horneado porque al ser tan delgadas pueden quemarse con facilidad y cada horno es un mundo, ya sabéis.

Extraemos, dejamos enfriar y espolvoreamos por encima con azúcar y canela. Aguantan mucho tiempo, de manera que se pueden hacer grandes cantidades y guardarlas en una caja hermética.