El membrillo es una fruta con aspecto de pera pero de mayor tamaño. Su carne es áspera y ácida y poco atractiva al paladar. De hecho la mayoría de guías alimentarias no la consideran comestible al natural. Es originaria de Persia aunque allí prácticamente no se cultiva en la actualidad siendo Turquía el principal productor mundial. En este último país sí se consume al natural aunque sigue siendo la confitura y la pastelería su uso más obvio. Esto no tiene nada de extraño si os comento que suelen comer las almendras verdes (lo que nosotros llamamos almendrucos) y las ciruelas verdes y duras como piedras. Así que el membrillo tal cual les parece fruta madura.
Esta receta que os presento la comí por primera vez en un conocido restaurante de la calle Istiklal de Estambul. No recuerda en nada al pesado membrillo que nos ponían nuestras madres para merendar en el colegio sino, aunque parezca imposible, es suave y casi diría que ligero.
INGREDIENTES :
Medio kilo de membrillos
250 gramos de azúcar
1 rama de canela
En primer lugar pelamos los membrillos y les quitamos las semillas. No lanzamos las semillas ni la piel, sino que las ponemos a cocer en un litro de agua durante una hora. Colamos el líquido añadiendo inmediatamente después, aún caliente, los 250 gramos de azúcar y la rama de canela. Removemos hasta que se disuelva.
A la vez ponemos a hervir la carne de las frutas en agua durante una media hora más o menos. No es para que se ponga blanda, sino para facilitar el horneado. Ahora colocamos la carne cocida en una fuente que pueda ir al horno y la bañamos con el caldo que hemos obtenido de la piel y las semillas. Encendemos el horno a 90 grados y dejamos dentro hasta que el membrillo se confita. Esto puede tardar unas cuantas horas, así que paciencia. Se sirve como postre con un poco de helado de vainilla cremoso o directamente con nata (que es tal y como lo sirven en Turquía).