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Neofobia y las adelfas

Se define neofobia como miedo o pánico a las novedades. Puede afectar a cualquier persona pero en los últimos tiempos se ha venido aplicando principalmente a todo aquello que concierne el conocimiento gustativo del niño. En este último caso la neofobia se interpretaría como el miedo del niño a probar nuevos alimentos.  La neofobia se inicia cuando se empieza a alternar la lactancia materna con otros alimentos. Prácticamente todos los niños sienten o sintieron neofobia en algún momento. Es una reacción instintiva heredada genéticamente. La neofobia ha protegido a los seres humanos de probar alimentos nuevos que eran potencialmente venenosos. Supongamos que hemos naufragado en una isla deshabitada pero cubierta de una espesa jungla. Tenemos hambre y exploramos la isla buscando agua y alimento. Con el agua no hay problema. Es transparente y e inodora, así que nuestra experiencia nos dice que muy posiblemente sea potable. Pero la comida es otra cosa. Sólo encontramos frutos de color gris y de forma extraña que cuelgan de algunos árboles, ¿nos atreveríamos a comerlos alegremente? Es casi seguro que no. Tendríamos ciertas prevenciones. No los conocemos. No se parecen a ningún otro fruto que hayamos comido anteriormente y ciertamente el color gris no ayuda en nada. Pero tenemos hambre y cada vez más y los frutos grises son el único alimento disponible en la isla...
Pues bien, este dilema lo tuvieron nuestros antepasados de forma casi diaria. Los primero homínidos surgieron en el Este de África y mientras permanecieron allí no tuvieron muchos problemas en cuanto a la alimentación. A medida que se fueron expandiendo entraron en contacto con otros ecosistemas donde los frutos, bayas silvestres, vegetales e incluso animales eran desconocidos. Para seleccionar qué alimentos podían comer en su nuevo habitat los homínidos empleaban varias técnicas. En primer lugar seleccionaban las especies vegetales y animales por su abundancia y por la capacidad de nuestro sistema digestivo para aprovechar sus nutrientes. Es una táctica oportunista. De nada sirve intentar cazar o recolectar un alimento que por su escasez asegura la hambruna para el grupo. En segundo lugar, seleccionada la "víctima" se estudiaba cuál era la actuación de los depredadores respecto a ella. No es lo mismo que un fruto se lo coman las manadas de monos que éstos lo eviten. Es sorprendente la cantidad de vegetales que contienen venenos en mayor o menor medida. Aún hoy en día la patata, la berenjena o la yuca, entre otros muchos vegetales cultivados, contienen substancias tóxicas. Pero aunque un mono se coma un fruto no es garantía de que sea comestible para el hombre. El mono puede haber desarrollado un sistema digestivo que disminuya el efecto del tóxico. Así que nuestros remotos antepasados aplicaban una sencilla regla de tres : lo que puede ser tóxico en grandes cantidades es posible que sólo ocasione un trastorno leve si se prueba en pequeñas cantidades. De esta manera si la cata no ocasionaba trastornos serios se pasaba a consumir mayores cantidades. Podemos imaginar que ante un nuevo posible alimento los hombres primitivos llegaran a imaginar que aquel podría ser su último bocado. Con el transcurrir de millones de años la prevención ante lo nuevo quedó grabada en nosotros como algo instintivo. De nada sirve que tiendas hacia el niño las acelgas con rostro amistoso, que le asegures que se trata de un inocente alimento, que incluso lo engullas en su presencia : el niño es un animal instintivo y siempre mostrará cierta resistencia. Lo mismo que un austrolopitecus de hace cuatro millones de años que dudaba, y mucho, antes de echarse a la boca aquel fruto desconocido.
Lo peor que podemos hacer en estos casos es luchar con el niño para que coma el nuevo producto. Es un error mayúsculo. El niño se sentirá agredido y podemos estar seguros que convertirá ese alimento en concreto en su bestia personal. ¿O es que nos acordáis cuando vuestros padres os obligaban cada jueves a comer acelgas? ¿cuántos de vosotros aborrecistéis las acelgas hasta el punto que ya adultos no las habéis vuelto a probar? No podemos borrar el instinto, pero sí podemos bordearlo. Cada nuevo alimento se presentará como una alternativa, tal vez como un acompañamiento de una receta que sepamos le agrada. Es posible que la primera vez se niegue a probarla. Tal vez le presentemos el alimento diez veces para ser diez veces rechazado, pero en ningún caso trataremos de imponerlo. Y por imposición también entiendo ponerlo sobre la mesa diez veces consecutivas. Cada vez que lo retiremos no emitiremos ningún comentario sobre lo decepcionado que estamos. Y un día distraidamente pellizcaremos un poco con la cuchara y lo probará, porque el ser humano también es curioso. Tal vez le desagrade el sabor y lo exprese con una mueca pero ya lo habrá probado y ese es un enorme paso. Gigantesco. Porque una vez el instinto le diga que aquello no es venenoso más adelante, cuando se acostumbre, lo comerá sin problemas. Y hasta es probable que él sea el primero que lo pida. En cambio si hubiéramos reaccionado con gritos o al obligarle a comer hubiéramos provocado el vómito - la primera reacción instintiva que permite desalojar un hipotético veneno del estómago - ya nos podemos olvidar para siempre de volver a intentarlo.
Las adelfas del título se refieren a la costumbre que existe - o al menos existía - de plantar en parques y jardines de Barcelona esta planta ornamental. La adelfa es extraodinariamente tóxica, hasta el punto que la miel hecha por las abejas de sus flores es también tóxica. Puede parecer paradójico que una planta tan  venenosa esté al alcance de los niños y sin embargo se hayan reportado muy pocos envenenamientos. De hecho muchos progenitores desconocen el hecho de que las adelfas que se hayan a muy pocos metros de sus hijos son potencialmente mortales. Pues bien, la temida neofobia que nuestros hijos exhiben frente a los alimentos también les protege de que, movidos por la curiosidad, mordisquearan las hojas de la adelda. 
Como véis, todo tiene razón de ser, incluso aquellas actitudes de rechazo que en principio no podemos entender.