La Humanidad le debe muchas cosas a Salamanca. De los matemáticos de su Universidad partió la idea del calendario llamado Gregoriano, que aún usamos en la actualidad en todo Occidente. También le debemos la primera gramática del castellano, la primera profesora de universidad del Mundo y el primer libro impreso sobre el ajedrez, entre otras cosas "menores" si las comparamos con estas.
Pero Salamanca, ni ella como ciudad ni la provincia como su entorno natural, viven del pasado y se muestran en la actualidad como una zona dinámica con un legado inmaterial de valor incalculable como es su gastronomía. Tierra bien conocida por su producción cárnica y cerealista, los platos típicos son el resultado de dicha tradición y del clima frío que obliga a cierta contundencia en los mismos.
Salamanca tiene grandes tesoros como el Jamón Ibérico de Guijuelo, curado a 1000 metros de altitud y cuyas finas vetas de grasa lo convierten en uno de los productos más buscados de nuestro país.
El hornazo es otro producto estrella. Para aquellos que no la conozcan se trata de una especie de empanada rellena de jamón, lomo adobado y chorizo picado, a veces también de huevo duro. Una variación del mismo se realiza en Cepeda con una capa de azúcar que lo cubre y potencia el contraste con el salado del interior. El Hornazo es claramente distinguible por su aspecto dorado, cubierto de un atractivo enrejado de masa, dispuesto en los aparadores de las confiterías de la ciudad en las cercanías de la Pascua con un aspecto tan sugerente que realmente te dan ganas de darle un buen bocado.
Del relleno del Hornazo se desprende que la chacinería es importante en la gastronomía de la zona. Destaca la Longaniza de Salamanca, el Chorizo Cular y sobretodo el Farinato, un embutido muy particular compuesto por manteca de cerdo, miga de pan y cebolla, todo ello especiado con pimentón, anís en grano, ajo y comino, entre otras cosas. Se trata de uno de esos productos tan, tan locales pero tan, tan especiales que al igual que ocurrió con otro embutido muy local como era la sobrasada, está destinado a una difusión más amplia en cuanto alguien se decida a ello, el éxito está asegurado.
La carne morucha es una de las joyas de la provincia. Procede de terneras que se han criado en las dehesas de la zona, distinguiéndose por su ternura y una coloración rosada muy intensa. También son muy populares el cabrito asado, el tostón y el lechazo asado. Y aunque Salamanca no cuente con mar, la trucha del Tormes es uno de los pescados más apreciados al igual que el bacalao, siendo famosa la receta del Bacalao a la Bejerana.
¿Y quién no ha comido los famosos garbanzos pedrosillanos? Pues son de Salamanca, por si no lo sabías, concretamente de Pedrosillo el Ralo. También son salmantinas las lentejas de la Armuña, una legumbre que no se despelleja al ser cocida y que además deja el caldo claro, signo de buena calidad.
Igualmente sería imperdonable olvidar recetas como la Chanfaina, Las Patatas con Chorizo y las Meneadas, las Habas a la Salmantina o el Limón Serrano, una sorprendente ensalada de cítricos.
No descuidemos el apartado dulce, con un bizcocho impresionante como el Bollo Maimón, las celebérrimas Rosquillas de Ledesma, los Chochos de Yema, el Repelao o las Perrunillas. Desayunar o merendar un pedazo de Bollo Maimón con un buen café con leche o un cacao a la taza sentado en la Plaza Mayor es una experiencia casi sobrenatural.
Como veis la variedad es impresionante, tanto que este artículo dificilmente puede condensar tamaña riqueza gastronómica. Podéis recrear las recetas salmantinas, de las cuales este blog posee un amplio rango, o acercarse por la zona y acudir a los muchos y buenos restaurantes de la provincia. Si tenéis dudas sobre dónde comer en Salamanca os recomiendo clickar en el enlace para tener una relación de los mejores restaurante. Y si sois más de "visualizar" las cosas, echad un vistazo al canal de Youtube que posee la web y que está bien interesante.
Salamanca y por extensión, toda Castilla-León, merece realmente la pena. No la dejéis escapar.