Estas rosquillas son muy fáciles de hacer y el resultado es espectacular. Se emplean tres ingredientes (hojaldre, azúcar y mantequilla), así que ni siquiera tendréis sentimiento de culpabilidad si luego no salen bien (que salen bien, eso seguro, no tienen nada en que os podáis equivocar o sea crítico).
INGREDIENTES :
2 hojas de pasta de hojaldre
1 vaso de azúcar (200 gramos de azúcar, aproximadamente)
1 vaso de agua (debe ser la misma medida del vaso donde hemos medido el azúcar)
Mantequilla
Azúcar para espolvorear por encima (100 gramos aproximadamente)
Extendemos una de las láminas de hojaldre (colocándola sobre el mismo papel que suelen llevar en el envoltorio y que además sirve para hornear) y la pintamos con una brocha con mantequilla derretida. Si la pasta de hojaldre estaba congelada, se descongela en el frigorífico durante la noche.
Sobre la lámina que hemos pintado con mantequilla extendemos la otra lámina de manera que ambas coincidan (la mantequilla aquí funciona como un pegamento que une ambas pastas).
Con un vaso invertido vamos marcando y cortando los círculos que darán forma a las rosquillas. Separamos esos círculos de la pasta y la colocamos sobre un papel de hornear. El agujero central de la rosquilla lo podéis hacer con un vasito pequeño, un tapón invertido etc. Si tenéis moldes de galletas es el momento de usarlas.
Precalentamos el horno a 220 grados e introducimos las rosquillas hasta que se inflen y doren. Mirad bien las recomendaciones del fabricante de la pasta hojaldre porque a lo mejor recomiendan otra temperatura y un determinado tiempo. En cualquier caso vigilad que no se quemen demasiado. Al inflarse veréis que cada lámina de hojaldre, la superior y la inferior, se inflan por su lado quedando unidas por una "cintura estrecha" que es donde estaba la mantequilla.
Mientras se hornean vamos a hacer un almíbar. Vertemos el vaso de azúcar en una cazuela a fuego medio-bajo con el vaso de agua. Removemos el líquido hasta que queda bien disuelto y sin dejar de remover con una cuchara hasta que se queda un almíbar de hebra (que al separar la cuchara se forma un hilo persistente entre esta y el almíbar).
Una a una vamos sumergiendo las rosquillas que ya hemos horneado en el almíbar, sujetándolas con unas pinzas, y las dejamos escurrir en una rejilla.
Antes de que el almíbar seque las espolvoreamos con azúcar granulada y listas para comer. Más fácil imposible.