Una receta francesa que otorga la pollo una increíble jugosidad.
INGREDIENTES (4 personas) :
1 pollo de al menos 1.5 Kg cortado como si fuera a hacerse al ajillo (sin piel, si es posible)
2 cebolla grandes moradas tipo "Figueres"
1 diente de ajo
1 vaso y medio de vino blanco
1 vaso de nata para cocinar
4 cucharadas de mostaza francesa
100 gramos de queso rallado cremoso
Mantequilla
Harina blanca de trigo
Sal
Pimienta
Aceite virgen extra de oliva
En una sartén honda o cazuela vertemos un chorro generoso de aceite y una nuez de mantequilla. Salpimentamos las piezas de pollo y luego las enharinamos, pasándolas a continuación por el aceite hasta que quedan ligeramente doradas (no hay que cocinarlas del todo).
Cuando el pollo está dorado lo retiramos y reservamos.
Añadimos a la misma cazuela las cebollas y el diente de ajo sin germen rallados y lo dejamos hacer durante unos cinco minutos o hasta que la cebolla transparente. Añadimos entonces el vino, desglasamos el fondo de la cazuela y añadimos seguidamente el vino y de nuevo los trozos de pollo. Colocamos al fuego a medio-bajo y agregamos la nata. Salpimentamos de nuevo y dejamos cocer, con la cazuela tapada, durante 20 minutos. Vigilaremos en todo momento para que la nata no se corte.
Transcurrido el tiempo retiramos de nuevo el pollo y añadimos a la salsa la mostaza. Cuando esté bien disuelta podemos apagar el fuego.
Ahora vamos a llevar al horno.
Colocamos las piezas de pollo en una bandeja que soporte el calor del horno. Las bañamos con la salsa de mostaza y a continuación espolvoreamos el queso rallado.
Precalentamos el horno a 190 grados y conectamos el gratinador hasta que el queso se funda y quede de un bonito color dorado. Con 10 minutos será más que suficiente.
Es una receta que tienta a comerla con infinitas cantidades de pan mojando salsa. Está de vicio.