Esta es una receta que a todo el mundo gusta pero que muchos evitan porque suele tener un efecto secundario del todo evitable : es una de esas comidas que se toman en un vuelo y repiten durante el resto del día.
Que el ajo repita se debe a la presencia de una substancia denominada alicina. La alicina se libera cuando cortamos, majamos o ingerimos directamente el ajo sin haberlo cocinado previamente. Es decir, que dicha substancia no existe en el ajo hasta que lo manipulamos. La alicina es un antibiótico natural que sin embargo es poco aprovechable ya que es muy inestable. Si cocinamos el ajo por encima de los 60 grados se destruye. Por esta razón se suelen aprovechar únicamente sus cualidades terapéuticas cuando se suministra en forma de comprimidos o bien cuando se ingieren ajos crudos.
Para evitar que el ajo repita hay varias cosas que se pueden hacer de forma alternativa. La primera es quitar el germen verde del ajo con la ayuda de un cuchillo. La segunda es meterlo en el microondas en posición de descongelación durante unos segundos y finalmente cocinarlo. Siguiendo estos pasos no perderéis sabor pero sí la molesta "repetición".
Eso sí, si vais de asociales, atendéis en un mostrador a un público al que odiáis, deseáis crear un espacio cómodo a vuestro alrededor cuando viajáis en metro (el aroma a ajo brota de nuestra boca pero también con nuestro sudor), o bien os gusta repeler a vuestro pariente/parienta que os espera emboscado con libinidosas intenciones cuando regresáis a casa, un buen pollo al ajillo preparado con muchos ajos majados y poco cocinados os asegura la soledad de Simeón el Estilita.
INGREDIENTES
- Un pollo entero
- 4 dientes de ajo
- 1 limón
- 1 vaso de vino blanco
- Perejil fresco
- 1 hoja de laurel (opcional)
- Sal
- Pimienta
- Aceite virgen extra de oliva
Cortamos el pollo en pedazos pequeños y regulares. Lo normal es cortar cuatro cuartos y de cada cuarto hacer cuatro trozos. Lo más rápido no obstante es comprar pollos cortados de esta manera que se suelen vender en bandejas que ya indican "cortes para pollo al ajillo".
En una cazuela - mejor si es de barro - freímos un diente de ajo en un buen chorro de aceite de oliva. Cuando empieza a ennegrecer lo retiramos. A continuación doramos los trozos de pollo previamente salpimentados. Si no os preocupa la grasa, es mejor hacerlo sin quitarles la piel.
Mientras se dora la carne, hacemos una picada con el perejil fresco y el resto de los dientes, vigilando de quitar el germen y si se quiere pasándolo por el microondas. Cuando el pollo está bien frito, añadimos el vaso de vino blanco y la hoja de laurel, si os gusta el sabor que proporciona, aunque no es imprescindible. Dejamos reducir un poco y añadimos el zumo de un limón. Seguidamente espolvoreamos la picada de ajos y perejil.
Mantenemos a fuego bajo unos veinte minutos - o hasta que el caldo reduzca considerablemente - y ya está listo para servir.
Una receta muy española, además de muy sana y sabrosa.