Garides Saganaki servidos en un ramekin mediano |
Si queréis sorprender a vuestros invitados durante las Navidades y os gusta la comida griega, el garides saganaki es la receta que necesitáis. Es muy fácil de hacer, tiene un presentación impactante, un toque exótico y además es de esas recetas que repites hasta la saciedad porque el sabor impacta.
"Garides" (γαρίδες) es el término griego para gambas. Si empleáis langostinos, entonces hablaríamos de karabides saganaki (καραβίδες). Se sirve en fuentes de barro individuales que en Grecia son muy habituales pero por estos pagos no tanto. No me refiero a las cazuelitas de barro individuales donde se sirve la crema catalana, sino otras más hondas, tipo bol de sopa (pensad que cada una debe contener unos 200 gramos de gambas). Esta cazuela se denomina en Grecia saganaki, y como será difícil que la encontréis fuera del país heleno, podéis emplear cuencos de barro para sopa o incluso ramekins como los empleados para el soufflé, hasta fuentes pequeñas de pyrex. Cualquier cosa que aguante el gratinador del horno.
Para hacer garides saganaki debéis por tanto haceros con tres productos muy griegos. En primer lugar los cuencos de barro que ya hemos visto. En segundo lugar el queso feta (que con toda seguridad encontraréis en cualquier supermercado, aunque sea como un sucedáneo fabricado en Dinamarca) y el licor ouzo.
El ouzo es un licor muy típico de Grecia realizado por doble destilación del vino al que se añaden semillas de anís para darle un sabor muy particular. Este licor toma diversos nombres según donde se produzca, aunque el sabor es muy similar en todos los casos. Podéis encontrar ouzo en muchas tiendas especializadas de licores pero si no es vuestro caso podéis utilizar un aguardiente cualquiera aunque no sea anisado (orujo gallego, grappa etc). Y si tampoco podéis encontrarlo, con vino blanco bastará.
INGREDIENTES (4 comensales)
- 1 Kg de langostinos o gambas
- Medio kilo de tomates frescos
- 2 cebollas grandes
- 2 pimientos verdes para freír (italianos o similares)
- 250 gramos de queso feta
- 2 dientes de ajo
- 1 guindilla roja picante (opcional)
- 50 ml (1 cuarto de vaso más o menos) de licor ouzo o similar
- Orégano
- Sal
- Pimienta negra
- Aceite virgen extra de oliva
Picamos muy finos los dientes de ajo, las cebollas y los pimientos verdes y los freímos en una sartén grande con abundante aceite de oliva. Si queremos que sean picantes, rallamos la guindilla roja.
La forma tradicional de preparar las gambas consiste en quitarles la cáscara, limpiar la línea negra que recorre el cuerpo pero dejar la cabeza y la cola.
Cuando la cebolla transparenta, añadimos las gambas "descamisadas" y el vasito de ouzo. Removemos la sartén al completo con movimientos circulares, ya que si metemos una cuchara de madera las cabezas y las colas se empezarán a caer y el efecto estético de tanta decapitación y mutilación no será bueno.
Cuando el licor se ha evaporado casi al completo (unos dos minutos es suficiente), añadimos los tomates pelados, sin semillas y troceados (ojos, troceados, no picados) salpimentando y espolvoreando un poco de orégano picado (que es el condimiento más querido por los griegos). Tened cuidado con la sal porque el queso que añadiremos a continuación ya es bastante salado por si mismo. Dejamos hacer a fuego lento durante unos cinco minutos y pasamos a emplatar.
Vertemos en cada cuenco de barro una proporción equitativa de gambas/langostinos y de sofrito intentando no llegar hasta el borde. Cortamos el queso feta en cubos y con ellos coronamos los cuencos. Los llevamos al gratinador del horno y los dejamos lo suficiente para que el queso se funda y adquiera un tono dorado. Ya está listo. Y atención a la manera de servirlo : van directos del horno a la mesa, en ebullición, como si se tratara de una "fondué".