Una receta increíble que usan la humilde berenjena como base para un suculento plato.
INGREDIENTES (4 personas) :
2 berenjenas grandes moradas
2 cebollas moradas (dulces)
400 gramos de tomate triturado (una lata)
1 vaso de vino blanco (200 ml)
1 vaso largo de caldo vegetal (250 ml)
Una docena de almendras tostadas
Una ramita de perejil
1 diente de ajo
Harina de trigo blanca
Queso rallado cremoso
Sal
Aceite virgen extra de oliva
En primer lugar es preciso preparar las berenjenas con suficiente antelación. Para ello debemos cortarlas en rodajas algo gruesas, sin quitarles la piel, y sumergirlas en agua con un buen puñado de sal durante al menos 6 horas. Esto se hace por dos motivos. El primero es eliminar el componente que da a la berenjena un sabor salado y en segundo lugar hacer que los poros de la pulpa se rellenen con agua; de esta manera cuando se frían en aceite no se empaparán del mismo.
Transcurrido el tiempo de remojo escurrimos bien las rodajas de berenjena y las pasamos por harina, friéndolas a continuación en abundante aceite de oliva. Cuando están doradas las retiramos, colocamos sobre un papel absorbente y reservamos.
En una cazuela de barro - es lo tradicional - o una que pueda ir al horno, incorporamos un chorro generoso de aceite de oliva y en él pochamos las cebollas cortadas en juliana. Cuando empiezan a transparentar añadimos los tomates triturados. Al tomar cuerpo el sofrito - se queda seco porque se evapora el agua de los tomates - se añade el vino y el caldo. Dejamos cocinar a fuego medio unos minutos y entonces añadimos las berenjenas.
En un mortero majamos el diente de ajo, la rama de perejil y las almendras con un poco de sal. Lo espolvoreamos por encima y a continuación cubrimos la cazuela con queso rallado.
Precalentamos el horno a 180 grados, conectamos el gratinador y mantenemos durante unos 20 minutos o hasta que la superficie está dorada.
Una auténtica delicia para el paladar.