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Fiadone


A pesar del nombre, que parece italiano, el Fiadone es un postre muy popular en la isla de Córcega y por tanto es un postre francés.

Lo del nombre tiene explicación. Como sabéis Córcega era un estado italiano ligado tanto a Génova como a Pisa, mucho antes de que Italia se convirtiera en un estado unificado. Después de diversos avatares, Francia compró la isla en 1768 y la incorporó como una región francesa más. A partir de ese momento la educación, la política y todo lo relacionado con el comercio pasaron a depender de París, tanto de los últimos reyes borbones como de la República que los sustituyó. Curiosamente fue un corso, Napoleón, el que cambió la República por un Imperio. Nacido precisamente en 1769, tuvo que aprender francés a toda prisa para poder ingresar en una academia militar francesa, aunque habló siempre hasta su muerte con un marcado acento italiano. Lo que hizo entremedio para la 'Grandeur française' es bien conocido.

En Córcega se habla corso. El corso era un dialecto igual que lo era el siciliano, el ligur, el piamontés, el  lombardo, el véneto etc. Todos son dialectos romances medianamente inteligibles entre si. Tras la unificación del país los pensadores se dieron cuenta que si no había un idioma común sería difícil que todos los habitantes de la península itálica se sintieran compatriotas. Por ello estandarizaron el idioma basándose en el toscano arcaico. Este idioma se eligió por prestigio, ya que en el mismo se habían realizado grandes obras literarias. En 1861, cuando se proclamó el Reino de Italia, la inmensa mayoría de la producción literaria y administrativa se realiza en italiano pero en realidad lo hablaba muy poca gente (menos del 5%), los cuales se expresaban en los dialectos antes mencionados.

Poco a poco la educación fue sustituyendo los dialectos regionales o locales por el italiano que actualmente conocemos, que pasó a ser una especie de lingua franca, un idioma común que permitía la comunicación entre un napolitano y un milanés. En la actualidad los dialectos están arrinconados y fuera de los circuitos culturales de prestigio, salvo casos señalados.

De este proceso de normalización no participó ni Córcega ni el corso ya que formaba parte de otra unidad política - la francesa - desde finales del XVIII.  En la isla la lucha se centró en la defensa del corso contra la imposición del francés, lucha que a día de hoy aún continúa.  Por esta razón en la actualidad se habla de idioma corso, no de un dialecto del italiano, puesto que para muchos la divergencia es obvia. Para otros, son idiomas mutuamente inteligibles al 90% y las diferencia no son significativas y explicables por las circunstancias políticas, de la misma manera que un madrileño del siglo XXI tendría problemas en hablar con uno del siglo XVIII a pesar de que ambos hablaran castellano.

Por tanto que Fiadone os suene a italiano tiene esta farragosa explicación a pesar de ser considerado un postre francés. Para más confusión, en determinadas regiones de Italia cuentan con un tipo de pasta rellena de queso ricotta que se sirve por Pascua y que se denomina Fiadoni (en plural).

Dicho todo esto, el Fiadone es un postre que emplea brocciu, un tipo de queso propio de Córcega que se confecciona con el suero lácteo de la leche de cabras u ovejas, o una mezcla de ambas. Es la versión corsa del Brousse francés y de la Ricotta italiana. Si no habéis probado el brocciu hacer el Fiadone con brousse o ricotta os será indiferente. En caso contrario el sabor variará, aunque intuyo que será difícil encontrar brocciu fuera de Francia, Italia o la misma isla.

INGREDIENTES :

  • 500 gramos de queso brocciu o brousse o ricotta (el último será el más fácil de encontrar)
  • 150 gramos de azúcar
  • 4 huevos grandes
  • 1 cucharadita de maizena
  • 1 cucharadita de esencia de vainilla
  • 1 limón

En primer lugar desmenuzamos el queso y lo dejamos escurrir en un colador para que se drene el suero que pudiera tener. A continuación lo batimos con las varillas, a ser posible eléctricas.

Sin dejar de batir agregamos los huevos uno a uno, esperando a que se integre en el queso el huevo anterior para añadir uno nuevo.

Agregamos entonces la maizena tamizada, el azúcar, la esencia de vainilla y la ralladura de la piel de limón.

Seguidamente vertemos en un molde engrasado con mantequilla - o de silicona - y horneamos a 150 grados durante 30 minutos.

Se comprueba que está sólido y seco por el centro - clavándole un palillo - y se deja enfriar, desmoldando a continuación.

Un postre realmente bueno, con un sabor que no olvidaréis.