Una
 receta suiza perfecta para preparar un ágape  festivo. No es fácil de 
hacer ni demasiado rápido pero el resultado es tan espectacular que 
merece la pena realizarlo. La receta original indica que se debe emplear
 sangre de cerdo. Si no queréis emplearla simplemente saltaos ese paso.
INGREDIENTES (4 personas) :
1 Kg de preparado de cerdo para estofado sin hueso
1 pie de cerdo
100 gramos de tocino
2 cebollas medianas, a ser posible tiernas
Medio vaso (100 ml) de cognac
Medio vaso de sangre de cerdo (opcional)
Medio vaso de nata ligera para cocinar
2 cucharadas de harina de trigo
1 cucharada de vinagre de vino
Manteca de cerdo
Mantequilla
Sal
Pimienta
Para confeccionar la marinada :
2 zanahorias
1 tallo de apio
2 cebollas tiernas medianas
2 dientes de ajo
1 puerro
2 ramitas de perejil
2 hojas de laurel
4 clavos de olor
1 pellizco de orégano
4 bayas de enebro trituradas*
1 litro de vino tinto de calidad
*
 Las bayas de enebro se utilizan para confeccionar la bebida alcohólica 
conocida como ginebra. Pero el nombre de esta bebida no procede de la 
ciudad de Ginebra, sino que deriva del nombre dado a la baya del enebro 
por los holandeses que es "genever".  En realidad el nombre de la ciudad
 de Ginebra tiene un origen parecido al de la ciudad de Génova, en 
Italia. En ambos casos procederían de una palabra celta que significaría
 "estuario". Si nunca habéis probado este estofado podéis no utilizar el
 enebro si os cuesta localizarlo, pero si lo habéis probado lo echaréis 
en falta porque da a la carne un curioso regusto que recuerda 
precisamente a la ginebra.
En
 primer lugar hay que marinar la carne de cerdo durante al menos tres 
días dentro del frigorífico. Para ello cortamos todas las verduras en 
trozos grandes , añadimos el vino y las plantas aromáticas y sumergimos 
en este caldo los trozos de cerdo. Con esta operación le daremos un 
gusto fuerte y a la vez conseguiremos que se ablande durante la cocción 
hasta el punto que literalmente se deshará la carne en nuestras bocas.
Transcurridos
 los tres días retiramos la carne y reservamos el vino y las verduras, 
procediendo a desechar los aromatizantes. Colamos el vino y lo 
incorporamos a una cazuela a fuego muy bajo lo mantenemos caliente sin 
que llegue a hervir en ningún momento.
En
 otra cazuela calentamos la manteca de cerdo - dos o tres cucharadas -y 
en ella pasamos el estofado de cerdo que salpimentaremos.  La carne debe
 quedar bien dorada por todos lados. Cuando esto ocurre añadimos las 
verduras del marinado y las salteamos. Añadimos la harina tamizada y la 
removemos bien para que quede frita. Es el momento de añadir el vino que
 se ha mantenido caliente. Desglasamos el fondo de la cazuela, cubrimos y
 llevamos a ebullición para luego bajar el fuego al mínimo durante unas 
dos horas con la cazuela tapada. Bueno, de hecho debemos tener la carne 
tanto tiempo como para que al clavar un cuchillo sea como pinchar 
mantequilla. Literalmente.
Mientras
 la carne se hace vamos a caramelizar las cebollas. Para ello disponemos
 las dos cebollas en una sartén con un poco de mantequilla a fuego muy 
lento, añadiendo una cucharadita de azúcar. Cuando las cebollas están 
hechas - irá rápido, son cebollas tiernas - las retiramos y en su lugar 
añadimos el tocino que dejaremos hasta que se hace.
Ahora
 vamos a hacer una mezcla con la sangre de cerdo - si la queréis 
utilizar - el vinagre y la nata. Llevamos esta mezcla a una cazuela a 
fuego muy alto. Añadimos el cognac, bajamos el fuego y salpimentamos. 
Entonces añadimos el tocino, dejamos cocinar unos minutos y añadimos 
todo esto a la cazuela donde está la carne y las verduras. Y listo, se 
sirve bien caliente y a disfrutar. Un plato complejo pero realmente muy 
sabroso.
