El nombre original en maltés es Qagħaq tal-Għasel, así que como es impronunciable para el hablante de español, usaremos el significado que más o menos es ese, anillos de miel.
Se trata de unos aros rellenos de una mezcla de miel con semolina (sémola fina) y diversos saborizante. También hay versiones que para abaratar costes emplean melaza (un subproducto obtenido del tratamiento del azúcar) pero la receta original empleaba miel, así que es la que usaremos en esta receta. Si vives en Andalucía puedes emplear Miel de Caña (que es una melaza) y si vives en Canarias, Miel de Palma.
Este es el dulce más característico de este pequeño archipiélago junto a la Figolla. Los Anillos de Miel están disponibles todo el año pero su producción se intensifica durante las Navidades. En cambio la Figolla se relaciona más con la Semana Santa y de hecho sería el equivalente de nuestra Mona de Pascua (sin que se parezca salvo por el hecho de que se regala al ahijado).
INGREDIENTES (para una 15/20 rosquillas)
Para la masa:
- 500 gramos de harina de trigo
- 50 gramos de mantequilla sin sal
- 1 huevo
- El zumo de de 1 naranja
- Agua
Para el relleno:
- 400 gramos de miel
- 300 gramos de semolina
- 400 ml de agua
- 100 gramos de azúcar blanca o morena
- 50 ml de licor de anís (y si no tenéis, orujo o licor similar)
- 2 cucharadas de agua de azahar
- La ralladura de la piel de un limón
- 1 cucharadita de canela
En primer lugar haremos el relleno.
En una cazuela agregamos todos los ingredientes excepto la semolina y llevamos a ebullición sin dejar de remover en ningún momento. Cuando esto ocurre, reducimos la temperatura y a fuego bajo agregamos poco a poco la semolina, de nuevo sin dejar de remover
Hay que mantener al fuego durante unos 10 minutos para que la semolina quede bien cocida. En caso contrario tendría gusto a trigo crudo.
Transcurrido el tiempo dejamos enfriar a temperatura ambiente y luego llevamos al frigorífico para que repose toda la noche.
Confeccionamos a continuación la masa mezclando la harina con la mantequilla a punto pomada (unos segundos en el microondas). A menos que tengáis un robot de cocinar o una amasadora, no os queda otro remedio que hacerlo a mano (media hora, más o menos).
Cuando la mantequilla y la harina se han mezclado, añadimos el huevo y el zumo de la naranja. Seguimos amasando hasta que vemos que la masa queda seca y empieza a formarse pequeñas bolas. Antes de que esto ocurra, se añade poco a poco agua hasta que queda una masa homogénea y suave con la textura de la que se emplea para hacer pan.
Envolvemos la masa en plástico film y la introducimos también en el frigorífico, al ladito del relleno, que se hagan compañía toda la noche.
Al día siguiente extraemos la masa y la dividimos en 15 ó 20 partes iguales (cuantas más partes hagáis, más pequeños serán los anillos). Para hacer este proceso acostumbro a pesar una porción y hago el resto del mismo peso. Así se que todos los anillos tendrán más o menos el mismo tamaño.
Colocamos una de estas bolas sobre una superficie lisa y enharinada y le damos forma con el rodillo hasta obtener un rectágulo de unos 10 x 20 cm. En el centro de dicho rectángulo, repartido longitudinalmente, colocamos parte del relleno.
Mojamos con agua los bordes de la masa y cerramos el rectángulo para formar un cilindro, intentando que quede bien sellado. A continuación unimos los extremos y ya tenemos nuestro anillo.
Ahora debemos hacer unos cortes en diagonal para permitir que el relleno se haga visible.
Precalentamos el horno a 180 grados y colocamos los aros sobre la bandeja cubierta con papel de hornear.
Con 20 minutos en el horno es más que suficiente.
Se toman a temperatura ambiente y con café o té o solos están de vicio.